viernes, 25 de junio de 2010

La Biblioteca de Babel



Me gusta leer. Me gusta mucho leer.

Lo mío con la lectura fue una relación tardía, nada vocacional, que comenzó en mi años de instituto. Era un pésimo estudiante de los todos los veranos arrastraba un par o tres de asignaturas. Mientras mis compañeros se iban de vacaciones yo estaba obligado a quedarme en casa estudiando. No sé si por castigo o porque en casa no sobrada un duro para irse de vacaciones. Lo cierto es que durante las horas en que estaba obligado a enclaustrarme en la habitación, en lugar de estudiar me ventilé la bibloteca familiar. Una biblioteca pésima por cierto. He leido libros cuyos títulos me avergonzaría citar aquí y que jamás reconoceré haber leído. Pero lo cierto es que aquella biblioteca me desarrolló el hábito de leer, la afición y el gusto por la lectura que no me ha abandonado jamás desde entonces y de la que ya no puedo prescindir.

En aquella biblioteca había muchos libros de política, mucha novela española de postguerra, mucha novela social, libros de historia, de tématica bélica; la Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial eran temática recurrente; había alguna biografía y también por aquellos días me cayó en la manos el primer libro de poesía que leí sin obligación. Era de Blas de Otero. En ese momento fue todo un deslumbramiento.

También recuerdo de aquellas lecturas desordenadas y anárquicas la excitación experimentada a mis catorce o quince años leyendo algún pasaje erótico en alguna novela de pésima factura. Eran sólo palabras, pero el empalme era inconmensurable. Bueno, mesurable era, pero no no es éste el lugar y el momento de hablar de pequeñeces.

Desde aquellos años hasta hoy las lecturas han sido muchas y bastante mejor escogidas que entonces. Ahora tengo mi propia biblioteca. Una biblioteca muy personal, generosa, ecléctica tirando a clásica, sobre todo de bolsillo, políglota, en algunos casos temática, muy marinera, algo erudita, viajera, bastante ambiciosa, nada convencional.

Me gusta tanto leer que pocas cosas me dan más rabia que comprar un libro malo habiendo tantos buenos por leer. Por norma los "best-seller" están desterrados, pero sin fanatismo. Si hay que leer uno se lee y se es bueno se disfruta y si hace falta se presta y se recominienda. No llego a los extremos de mi buen amigo Xose Daniel que ya hace más de veinte años afirmaba que él sólo leía autores muertos. Toda una declaración de principios.

Leo de todo, pero tengo el gusto literario muy definido, más pulido que las vetas de un diamente. Sé perfectamente lo que me gusta y lo que ni de broma, aunque haya vendido millones de ejemplares en todo el mundo.

Nada me gusta más que descubrir un buen libro. Que yo lo descubra no quiere decir que no sea conocido. Significa que para mi empieza a existir cuando ha pasado por mis manos y mis ojos. En ese casos se me acelera el corazón, se me seca la boca, se me corta el aliento. Me duele leer de la emoción de tener una joya en las manos. Sucede en bastantes ocasiones, porque me vanaglorio de tener un muy olfato excelente para los libros.

La afición por la lectura se la hemos sabido transmitir a los chavales. Mis hijos, cuando se levantan de la cama, no encienden la tele, cogen un libro. Nunca se les ha forzado a leer, pero han crecido entre libros, nos han visto siempre leer, se les ha leido desde que eran bebes y tienen acceso continuado a libros de su nivel e interés: Astérix, Tintín, Mortadelo, Gerónimo Stillton, la colección Bruguera de Clasicos Universales, etc. Leer es vivir la vida varias veces. Pocas cosas mejores se les puede legar a los muchachos.

Tengo un gran aprecio por mi biblioteca, he disfrutado muchísimo viéndola crecer, me lo he pasado muy bién libro a libro, ha habido muchas horas de conversación a su alrededor, hay trayectos en tren que los recuerdo por el libro que me acompañaba y ciudades que recuerdo por la libreria donde adquirí éste o ese volumen y, sin embargo, me planteo en ocasiones deshacerme totalmente de toda la biblioteca. He crecido tanto como persona a la par que lo hacía mi biblioteca que no quisiera privarles a mis hijos del placer de construir sus propia biblioteca. Porque las bibliotecas son personales e intransferibles y dicen más de una persona que el psiconálisis más sesudo, que el análisis génico más preciso y que cualquiera alegato que hagamos ante notario.

Al fin y al cabo, decía Monterroso, que tantas veces mudó de casa y de país y se vio obligado a deshacerse de sus bibliotecas, que todas las lecturas acaban de resumirse en un par de libros. No hace falta más.

Interesados pidan razon en portería.

jueves, 24 de junio de 2010

John Scopes




Tennesse debe ser un Estado tan hermoso como conservador. Sus legisladores se sacaron de la manga en los felices años 20 del siglo pasado una ley, la Butler Act estableciendo que era ilegal "la enseñanza de cualquier teoría que niegue la historia de la Divina Creación del hombre tal como se encuentra explicada en la Biblia, y reemplazarla por la enseñanza de que el hombre desciende de un orden de animales inferiores." El señor Darwin y sus teorías evolucionistas no eran bien vistas en ese Estado americano.

Asi las cosas la "American Civil Liberties Union" (ACLU) decidió retar a las autoridades del Estado y se comprometió a defender a todo aquel que fuera acusado de enseñar la teoría de la evolución en las aulas.

Las personas de la ACLU convencieron al joven de 24 añoss John Scopes, un profesor de enseñanza secundaria en la pequeña ciudad de Dayton y que era el entrenador del equipo de futbol de la escuela para que se animara a trasgredir la norma y enseñar en una clase de ciencias la teoría evolucionista del señor Darwin. La iniciativa estaba respaldada también por un grupo de empresarios de la zona que buscaban publicidad y protagonismo para su pequeña población. El señor Scopes fue la cabeza de turco de ese complot.

Lo cierto es que con verdadera convicción o no , el señor Scopes se prestó al juego y fue denunciado por ello. El juicio fue apoteósico; un clásico de la literatura judicial y un filón para los guinistas de jolivú que se sacaron varias películas sobre los hechos. La representación se saldó con una condena y una multa de 500 dólares que pagó integramente el director de un períódico muy interesado en cubrir la noticia.

Lo que no se puede negar es que la estratagema cumplió todos los objetivos. Dayton obtuvo la publicidad que buscaba, la ACLU logró poner en el centro del debate la pugna entre el creacionismo versus el evolucionismo, la libertad de cátedra, la necesidad de defender la independencia de la ciencia frente a las creencias religiosas.

¿Y mr Scopes, qué logró el señor Scopes?, ¿logró sus objetivos?, ¿fama?, ¿dinero?,¿estaba realmente convencido de lo que había hecho era la correcto? Haya acutado por convicción o por interés, lo cierto es que su actitud fue determinante en la lucha por las libertades y la defensa de la verdad en el primer cuarto del siglo pasado. Los vericuetos de la razón no siempre son heroícos.

Muy mono.

viernes, 18 de junio de 2010

El cole



El Colegio como institución es un grandisimo invento, se mire como se mire. No es la solución para todo, como muchos padres pretendemos, pero es una institución básica que cumple una labor socializadora impagable. Si los padres, además de pedir y exigir, pusiéramos un poquito más de nuestra parte ( "No te preguntes qué puede hacer tu país por tí, sino que puedes hacer tú por tu país", JF Kennedy dixit) sería ya la repera limonera.

Campanilla y yo estamos muy contentos con el colegio público de nuestros hijos. Hasta ahora pensamos que hemos tenido mucha suerte con las posibilidades que ofrece el colegio, con los horarios, con el comedor, con las actividades extraescolares, con el equipo directivo, con la AMPA, pero sobre todo, con las maestras, con los compañeros de nuestros hijos y con los padres de los compañeros de nuestros hijos. La Comunidad Escolar en líneas generales es de lujo.

Repito, estoy hablando de un Colegio Público, con unas instalaciones que ya tienen 50 años, que no ha tenido ni polideportivo ni patio cubierto hasta el año pasado y que como todos los colegios públicos no hace trampas y tiene su cuota de niños inmigrantes como todos los demás colegios públicos. No estoy hablando de Eton.

Además de gustarnos el colegio, ayer sucedió algo que merece la pena contar.

El miércoles por la noche ingresaron al Agente Naranja en el hospital por un ataque de asma. A parte del incordio de sube, baja, baja, sube y reorganizar toda la logística familiar, el muchacho está perfectamente. La pena es que el jueves, que era el penúltimo día del curso, estaban programadas todas las funciones de fin de curso que tanto tantísimo nos gustan a todos los padres. Qué sería de nosotros sin esas fantásticas funciones.

En fin, que cuando se enteraron del ingreso del muchacho durante todo el día nos estuvieron llegando muestras de afecto de todos los maestros ( nos quedó claro que nuestros hijos no son muebles aparcados ) y de todos los padres ( que sienten como propias las vicisitudes de los compañeros de sus hijos) pero lo que nos tocó la fibra sensible fue la idea de una madre que propuso llamar por teléfono al hospital cuando fuera el momento de la actuación del Agente Naranja para que dijera su frase en la función por teléfono en el micrófono del salón de actos.

A parte del efectismo de la ocurrencia ( dicen quienes acudieron que la voz titubeante y torpe del Agente Naranja encogía el corazón), me queda totalmente claro que lo mejor de la vida está siempre en los pequeños detalles.

No ganaremos Eurovisión pero decimos verdades como puños: lo importante es siempre algo chiquitito, algo pequeñito.

Gracias amigos

martes, 8 de junio de 2010

Las amistades peligrosas




Toda la vida convencido de que mi familia eramos cuatro y el Ángel de la Guardia y resulta que somos cinco más el IVA; por orden alfabético: Campanilla, Cascarrabias´Kid, Culo Gordo, El Agente Naranja y su más íntimo amigo, Edipo.

Ya cuando era más pequeño El Agente Naranja se había agenciado un amigo imaginario al que llamaba Pepegüí. Al principio nos hacía gracia la historia que se había montado el chiquillo con el Pepegüí dichoso, pero el cuento dejó de gustarnos el día que se enfadó con nosotros - debía tener poco más de dos años- y amenazó con irse a vivir con su otra familia, que resultó que era la de Pepeguí. En la guarderia, donde también conocían las andanzas del tal Pepegüi y donde consultamos lo que sucedía, nos tranquilizaron, era algo normal y que le pasaría con la edad.

Yo ya de aquella quise aprovecharme de la situación e inscribir a la familia en el Registro Civil como familia numerosa, pero no coló. El Agente Naranja sí jugaba con Pepegüí, pero Cascarrabias´Kid no le pillaba le intríngulis y entonces faltaban pruebas, una partida de nacimiento y dos fotos de carnet. El Ángel de la Guardia tampoco era inscribible.


Pepegüí desapareció igual que vino. Hombre, ayudo un poco el hecho de que cuando Campanilla o yo nos enfadábamos con el Agente Naranja le amenazábamos con largarle con su otra familia, con la de Pepegüí. Y es que donde las dan las toman. El Agente Naranja debió sopesar la calidad y variedad de los menús y seguro que en la familia real se comía mejor que en la familia virtual y además la cama estaba más caliente, asi que optó por enterrar a Pepegüí.

Otro amigo que no le abandona desde la infancia es Rodolfo, el elefante que aparece en la foto. Duermen juntos desde su más tierna infancia y cuando salimos de casa nos puede faltar el pijama, la comida, lo que sea, menos Rodolfo. Es ya un miembro más de la familia.

Al que tengo un poco más atravesado es al otro, al Edipo, que se pasa todo el día malmetiéndonos a mi hijo y a mi por culpa de Campanilla. Nos enfrenta. Cuando la abrazo se cela y luego se pasa él todo el santo día sobándola, abrazándola y besuqueándola. La tiene frita. Yo no sé hasta que punto es inconsciente el deseo de mantener una relación incestuosa con su madre y de eliminar al padre, que soy yo ( mientras que el ADN no demuestre lo contrario). Para mi que algo hay. Tampoco sé que fase del complejo atraviesa el Agente Naranja ahora mismo, si la oral, la anal o la fálica. Posiblemente las tres a la vez porque el tío no calla, da por el culo bastante y me tiene hasta la polla.

Si estamos con estas amistades ahora, qué no tendremos cuando nos llegue la pubertad.

En fin, me dice Campanilla que ha cedido la fiebre de los días pasados. Seguro que por lo menos estiró otro centímetro más.

viernes, 4 de junio de 2010

Las piedras ( y cuatro)




Decadas y decadas más tarde, cuando la dominación de los Ruanos estaba definitivamente asentada y los Facundos se habían acostumbrado a vivir bajo el yugo ruano y nadie les dicutía la patente para ejercer el culto a las piedras, los Melitones paseaban por las esquinas su rencor por su completa derrota militar, moral y religiosa. En los conciliábulos nocturnos seguían suspirando por la llegada de un guerrero victorioso, surgido de sus propias filas, capaz de aglutinar las exhaustas y precarias fuerzas, de retomar las armas y poner a sus enemigos donde se merecían.

Todo ese tiempo alimentaron la esperanza, mientras eran humillados por su condición de derrotados, vigilados por su condición de rebeldes y represaliados por su condición de resentidos. Sólo la esperanza de la venganza les mantenía vivos, despiertos e independientes. La llama de su excepcionalidad se mantenía viva.

Decadas y decadas más tardes surgió de entre sus filas la figura capaz de liderar su resurgimiento definitivo. No les prometió la victoria, por lo menos no la victoria militar, pero supo leer en el ambiente las ansias de cambio y de revancha y fue capaz de ir coleccionando con astucia todos y cada uno de los aspectos singulares de la cultura de los Melitones y armar el discurso sencillo y definitivo.

El Redentor que los melitones llevaban tanto tiempo esperando ya había llegado, estaba ahí con ellos, sólo había que abrir los ojos y aprender a verlo. El ejército que tenía que encabezar era de ángeles, no de soldados, y no les había traido la victoria, les había traido algo mejor, la Salvación, la Vida Eterna, el Reino de los Cielos. Quién podía mejorar una oferta semejante. La vida cotidiana era un mero accidente, un camino pedregoso y duro por el que había que transitar, pero lo que importaba era lo que venía después: el premio.

Aquel hombre supo articular un discuro en el que se habían recuperado los viejos ritos místericos del desierto ( la concepción virginal, la naturaleza divina del hombre, etc) y condensó en la figura del redentor diferentes aspectos de la época gloriosa de la resistencia: los orígenes humildes de los melitones, cuando los Ruanos les obligaron a censarse, cuando se reunían a la ribera de los ríos y sellaban su compromiso de resistencia con un bautizo de agua, cuando se armó la gran trifulca en el interior del templo de los Facundos, cuando crucificaban a las afueras de la ciudad a los Melitones rebeldes, cuando aquel escandinavo estrafalario había sido incapaz de entenderse con el centurión, etcétera.

Los melitones se rindieron enseguida a sus palabras.