lunes, 29 de abril de 2013

Buda y la Santina

Ayer domingo volvimos a casa antes de los esperado. Estábamos atéridos de frío y la Feria de Pesca que habíamos ido a visitar no daba mucho de sí. Cuando llegamos Campanilla estaba arreglando la casa y nos recluyó a los tres en la cocina.

 - ¡Y no olvidéis quitaros las botas!

Yo en seguida me puse a preparar la comida, al fin y al cabo la cocina es mi hábitat natural: alcachofas con puré de calabazos y merluza.con limón, pero a los chicos el cuarto le quedaba pequeño y para que no molestarán les dije que hojearan el períodico que acababamos de traer.  Se lo leyeron a la limón. Lo que no deja de ser sorprendente. El Agente Naranja, no lee, ve santos, pero Cascarrabias´Kid si presta atención a las noticias de la prensa. A veces, mientras me rapanzingo en el sofá los fines de semana, con mi cojín en la espalada, los pies sobre el arcón y mi períódico, acaso un disco de jazz o de clásica de fondo, se me cuelga encima y lee el períódico conmigo. O lo leería, si le dejara, porque me lo quito de encima con cajas destampladas. La prensa es un placer solitario y proclive a desatar manias, como armar la de San Quintín porque te desmanguen el periódico antes de que lo haya hecho uno mismo.

Cascarrabias´Kid de momento no domina las secciones de un periódicos y de momento se tira a lo seguro: la sección de deportes. Sabe apreciar una buena crónica de Formula 1 o del Tour de Francia y aún le impresionan y estimulan los titulares de las rutilantes estrellas del fútbol. Pero también le interesan otros temas.

Ajenos a mi presencia ayer le llamó la noticia de que una empresa China "arrasará el milenario monasterio budista de Mes Aynak, en Afganistan, para construir una gran explotación minera de cobre". su hermano escuchó la lectura de la noticia sin pena ni gloria, lo que irritó al Gran Cascarrabias´

- ¿ No te das cuenta?- añadió-, es como si viniera alguien aquí y se cargará a la Virgen de Covadonga.

Aseguro que jamás me han oido hablar a su madre o a mi de la Virgen de Convadonga, sino como un destino meramente geográfico, ambos han pisado muy pocas iglesias y sus conocimientos religiosos: históricos o confesionales son de los más rudimentarios, y, sin embargo, Cascarrabias´Kid a sus diez años ya conoce la fuerza de los símbolos y de su importancia para las sociedades.Percibe que más allá del valor económico está el valor de lo que representan y, lo que es más importante, no sólo lo reconoce, sino que lo respeta y defiende. Este chaval...


domingo, 21 de abril de 2013

La Cartuja de Parma

Con esto de la crisis ha habido que restringir también el placer de adentrarse en la librerías a atiborrarse de novelas y libros. Ahora me estoy releyendo la biblioteca personal. No toda, los libros que me han hecho perder el tiempo una vez, no me lo harán perder una segunda, pero los libros que disfruté un día, no me garantizan una segunda lectura venturosa. Algunos, sin llegar a defraudarme, no cumplen las espectativas y me sorprende el deslumbramiento, a todas luces sobrevalorado, que conservaban en mi memoría.

La última relectura ha sido la Cartuja de Parma, de Stendahl, que vino también motivida por la relectura de otro libro de Italo Calvino, ¿ Por qué leer a los clásicos?.  En cualquier caso tanto la lectura de La Cartuja, como Rojo y Negro, del mismo autor, habían sido dos placenteras lecturas en los años 90, nada más abandonar la facultad. Stendahl me parecía una autor esteticista, con un gran ojo para los detalles, con un ritmo narrativo muy contundente. Stendahl era un transterrado, un francés que siempre se sintió italiano, y que como los travestis, adoptó con pasíon y extremismo la defensa del sexo deseado. Stendahl ha sido también uno de esos pocos creadores que han dado su nombre a un síndrome. Se conoce el  síndrome de Stendhal a la ansiedad que experiementan los viajeros cuando se encuentran expuestos a gran número de bellas obras de arte. Es la sensación extrema de asombro que se experimenta ante la contemplación de la belleza y del arte.

En el año 2013, en España, la lectura de La Cartuja no podía ser la misma que a principios de los años 90.  Entonces era una novela de entretenimiento, trepidante, con momentos de onda y elaborada emoción, como escuchar el comienzo del tercer movimiento de la Sinfonía número 2, en Mi Menor, opus 27, de Sergei Rachmáninov. En este año es una novela por lo menos sorprendente, llena de trampas.

La Cartuja de Parma está ambientada en la época en que Napoleón perdió al batalla de Waterloo. Cuenta un mundo en cambio. El Antiguo Régimen de monarcas, aristócratas y eclesiásticos, se enfrenta al nuevo mundo de cuidadanos, burgueses y leyes para todos que trajo consigo la Revolución Francesa. La novela está ambientada en la Italia fraccionada en estados, con pequeñas monarquías que se resistían al cambio de modelo político que suponían las nuevas ideas que venían de Francia. La novela cuenta los luchas de poder en los pequeños reinos del norte de Italia tomando como hilo a un joven aristócrata que a los dieciséis años se marchó a Bélgica para enrolarse en los ejércitos de Napoleón, al que tanto admira y al que sin embargo tan ajeno es y se muestra a lo largo de su vida. La novela no deja de ser un tratado perfecto de la corrupción política, el maquiavelismo encarnado en personajes y contada desde el punto de vista de los poderosos, donde nos familiarizamos con sus privilegios, con su modo de vida exuberante, con su desdén para los inferiores, con la facilidad con que disponen de la vida de las clases bajas a veces con la única pretensión de lograr salirse con la suya, con el pretexto de que triunfe el amor, el suyo. La distancia moral, afectiva y material entre las clases dirigentes que surcan la novela y el pueblo llano no puede ser más contemporánea.

Pero si  todavía necesitan algún argumento más para adentrarse en su lectura, la Cartuja tiene unos de los dones que sólo tienen las únicas y verdaderas buenas novelas: personajes de carne y hueso, reconocibles, únicos y de una vitalidad deliciosa, a pesar de su odiosa moralidad, a la que tan cercanos y comprensivos nos sentimos mientras dura su lectura.

Digna de su síndrome.

sábado, 6 de abril de 2013

Los Planetas


Esta mañana hemos ido toda la familia a ver una representación de la sinfonía de los Planetas de Holst. La novedad era que mientras los músicos tocaban, en una pantalla de cine echaban una recopilación de imágines de esos mismos planetas tomadas por todas las sondas y naves que el hombre ha venido lanzando al espacio en las últimas décadas. Previamente un narrador hacía un comentario entre literario y científico de cada uno de los planetas. Hermoso e interesante.

Descubrí así que la temperatura en Mercurio es de 500 ºC y tiene una concentración de anhídrido carbónico bestial, o que tarda ciento setenta y tantos días terrestres en dar una vuelta sobre si mismo, que Júpiter tiene 63 lunas conocidas, tiene una masa trescientas y pico veces mayor que la de la tierra y esta formado por gas y tiene una peculiar mancha roja que encandila a los astrónomos; que los anillos de Saturno giran a una velocidad 15 veces mayor que la velocidad de la tierra y están formados por pequeñas partículas, o que alguno de sus lunas son más grandes que la misma tierra; que la distancia desde Urano a Neptuno es mayor que la del Sol a la Tierra y que uno de las lunas de Neptuno tiene un cráter por el impacto de un meteórito que abarca todo un tercio de su tamaño, la foto del satélite era la de un temible cíclope.

Estaban todos los planetas menos Plutón, que en el año que se compuso la obra no se había descubierto aún, y la tierra; pero viendo las imágenes, escuchando la música y atendiendo al narrador era difícil no tenerla muy presente. Escuchando lo inhóspito del espacio estelar, las altas o bajas temperaturas, los órbitas, la composición de los planetas era difícil no quedar fascinado por la milagrosa excepcionalidad de nuestro planeta: orbita a la distancia justa del sol para que se dé determinada temperatura, tiene la atmósfera adecuada en la que se estrellan y desintegran la mayoría de meteoritos, rota de la manera idónea, en fin que se han conjugado todas las circunstancias aleatorias y posibles para que en su superficie se formara el agua donde chapoteaba la papilla de moléculas que dieron lugar al ADN y que con el tiempo han acabado convertiéndose en Albert Einstein, Marie Curie, Usain Bolt, Nadia Comaneci, Miquel Baceló, Frida Khalo, Pablo Neruda, Jane Austen, Aristoteles o Simone de Beauvoir.

 El espacio, el universo pueden ser todo lo grande que se quiera, que se conozca o que se pueda imaginar, pero resulta difícil creer que ahí fuera se puedan repetir las mismas circunstancias, en el mismo tiempo geológico, que den como resultado algo similar a la humanidad. Puede haber otras cosas,incluso mejores - la literatura y la imaginación humana no tiene límites en poner cara y ojos ( o antenas) e los extraterrestres-,  pero como la Humanidad creo que no.¿ somos realmente conscientes de nuestra excepcionalidad?

Hoy me iré a la cama sintiéndome más valioso que la mejor de las piedras preciosas. También avergonzado de dilapidar mi grandeza entre corruptelas, vicios, envidias, zancadillas, mentiras, violencia y mediocridad.


lunes, 1 de abril de 2013

El síndrome de la Conciencia Tranquila



Nos gobiernan autómatas. Pase lo que pase ellos siempre tienen la conciencia tranquila. Da igual que les saquen fotos con un narcotraficante, que se gasten en putas y cocaina el dinero del contribuyente, que hayan cobrado sobresueldos, que les encuentren cuentas en Suiza, que se beneficien de amnistias fiscales, que les descubran patrimonio no declarado y de dudoso origen, que presidan fundaciones muy beneficiosas pero sin ánimo de lucro, que defiendan en el Parlamento de todos excepciones legales para beneficiar a cierto tipo de empresarios lúdicos, que se vayan a cazar elefentes a Botswana, que tengan amigas hospedadas a costa del Patrimonio Nacional, etcéterá etcétera, ellos siempre aseguran tener la conciencia tranquila. Por acción o por omisión.

Me considero una persona normal. Hombre, todo es mejorable, pero sin ponernos excesivamente tiquismiquis se me puede encajar, sin faltar a la verdad, dentro de los parámetros de la normalidad; es decir, en el seno de una comunidad de ciudadanos más o menos amplia consideraría que mi comportamiento y mis costumbres se atienen a una conducta moral y socialmente intachable. Pongo así el juicio sobre mi honor en manos de mis conciudadanos, y sin embargo y a mi pesar, no siempre estoy en condiciones de afirmar que mi conciencia esté tranquila. Ni he matado a nadie, ni he robado, ni engañado, ni estafado, ni siquiera le he puesto los cuernos a mi mujer, ¡ asi de triste es mi existencia! y, sin embargo no tengo la conciencia tranquila. No, no la tengo. Ya es mala suerte.

Hay días que pienso que pude haber hecho mejor las cosas, que pude haber callado ese comentario ofensivo, me queda la duda de haber molestado o perjudicado a alguien, me reconcome el alma no haber acertado al haber  tomado tal o cual decisión, lamento no haber sido capaz de disfrutar al máximo de ese momento de asueto por dejarme arrastrar por los rencores de las cotidiana mundanidad. Yo me esfuerzo y me esmero cada día de mi apestosa existencia , pero no consigo asentar en mi conciencia los pilares de la tranquilidad. La muy puta va siempre por libre y me atormenta.  Qué se la va a hacer. Es por ello que como buen ladrón me gustaría que mi prójimo fuera de mi misma condición, esto es, que se les tambalearan los pilares la conciencia varias veces al día, pero no hay manera y es verdaderamente inquietante: en estos casos la conciencia tranquila, no tranquiliza nada.

Con todo, entiendo que nuestro gobernantes, líderes, jueces, políticos, sindicalistas, y todo aquel que esté en contacto con dinero público o tenga la posibilidad de tomar decisiones por su cargo político que favorezcan o perjudiquen los negocios de otros, tienen todo el derecho del mundo a tener la conciencia tranquila, pero también tienen la obligación de poner el juicio sobre su honorabilidad en manos de su conciudadanos, dada su probada insensibilidad. El síndrome de la conciencia tranquila todavía no es un eximente de responsabilidad, pero todo se andará.