sábado, 17 de diciembre de 2011

The sound and the Fury



Hay mucho libros buenos. Yo mismo tengo leidos unos cuantos. De hecho hoy mismo puedo dejar de leer libros nuevos y sólo nutriéndome de viejas y buenas lecturas tendría por delante no menos de otros veinte años de placer literario. Podría hacer mi propia lista de buenas lecturas, mi "hit parade", mi canon, pero no sería menos pedante que tantas otras que se ven por ahí y tendría el mismo valor que un voto de un Presidente de Gobierno en la Cumbre del G-20 ( aunque debería decirse Je-Je-Je 20), es decir, ningún valor. De todos esos libros hay uno que me fascina como ningún otro, "El ruido y la Furia" de un tal Faulkner.

Tarde mucho en leer por primera vez un libro de ese Faulkner. En mi época de la facultad lo intenté varias veces sin éxito. Era incapaz de entender las historias, de seguir el hilo argumental, de mantener al atención en párrafos que podían extenderse por páginas enteras, con interrupciones y "flash backs" dentro de una misma frase. Sus libros se me caían de las manos. Estudié literatura y en la facultad el tal Faulkner era religión. También lo eran Joice o Virginia Wolf, por ejemplo. Uno no podía terminar los estudios sin haberse leído los libros de los mencionados autores y además debía confesar a continuación que le habían entusiasmado y que eran verdaderos genios. ¡ Imagínense qué frustración la mía!. Nunca he sido vago para leer y de mi época universitaria atesoro lecturas de lo más variopinto y peculiar. Para hacer más profunda la herida, muchos de los autores que yo admiraba o críticos cuyos criterios me merecían la mejor de los opiniones, amaban a Faulkner. ¡ Hay que joderse! En fin, que terminé los estudios con varios intentos fallidos y una espina clavada.

No muchos años más tarde, viviendo en el extranjero, aprovechando unas vacaciones en España, compré el libro del que estoy hablando y me lo llevé a mis cuarteles de invierno. El inicio de la lectura fue igual de frustrante que siempre, pero esta vez me terminé el libro. Lo había pagado y en el país donde estaba no había muchas más alternativas de lectura en español. ¡Victoria!. Cuando lo terminé, juro que yo había dejado de ser, como lector, la misma persona que antes de iniciarlo. 350 páginas me había transfigurado en un adorador del dios Faulkner. Así, como quien no quiere la cosa. Aquel libro era una tortura, un reto, una boutade, una tomadura de pelo, una genialidad. La historia se desarrolla un cuatro días. Tres en abril de 1928 y uno de junio de 1919. El orden de las historias en el libro no es cronológico y los puntos de vista o autores que lo narran no son los mismos en todos los capítulos. En el primer capítulo el narrador, por ejemplo, es un retrasado mental que se pasa todo el capítulo "gimplando" y viendo lo que hacen todos a su alrededor: buscar una moneda de veinticinco centavos o pasear por un campo de golf. Vamos, un plan de lo más atractivo. El libro está escrito con la técnica del monólogo interior. El discurso no guarda lógica ni respeta la secuencia temporal, vaya, que el señor Faulkner debió pasarselo de maravilla delante de la máquina de escribir, después de haberse trasegado una buena botella de "bourbon". A medida que leía, tenía que releer algunos párrafos, y de vez en cuando buscaba la contracubiera para ver la foto del señor Faulkner y pensaba:"estarás contento, hijodeputa". La tentación de volver a abandonar la lectura me acompañó por lo menos las cien primera páginas. ¿ Se imaginan cómo puede ser el mónologo interior de un retrasado mental? Mientras uno lee la novela no sabe si está aquí y ahora o en el mismo sitio hace cien años, si un personaje es negro o blanco, chico o chica, si es él o su hijo o su nieto, porque uno presiente las sagas, pero no las identifica. El libro me parecía tan fascinante que llegue a estar totalmente convencido que el problema era la traducción, que debía ser una mierda. Una puta fula. Con lo jodido que es leer a Faulkner, me van hacer creer a mi que pueda haber alguien capaz de ponerse a traducirlo. Una mierda.

La novela no tenía aparentemente ni pies ni cabeza, pero de pronto, a medida que uno lee, en mitad de una página, se encuentra una frase que da sentido a todo un párrafo, a uno o varios capítulos, al libro entero, a toda la historia de la literatura universal, una frase que da sentido mi propia existencia, con una claridad que aterra, una frase que condensa la esencia de la sustancia de la que esta hecha toda la vida y claro, uno continua leyendo o vuelve a la contraprotada, ve la foto del autor, o piensa: cabrón. Porque los libros de Faulkner, más alla de la trama o de los argumentos, que son complejos, crípticos e inabordables, son novelas de personajes, que respiran en cada palabra, que sienten, viven, odian, aman, recelan, añoran, envidian, vengan, engañan, avaricián, matan.

Ahora mismo estoy releyendo el libro y sé que no será la última vez que lo haga y nunca nunca, perderá su fascinación, su interés y su no poco grado de frustración y rencor. No tegan miedo, lean a Faulkner. Perseveren.

El libro es sin duda fascinante.

domingo, 4 de diciembre de 2011

El trabajo



Dos canteros trabajaban al borde del camino. Uno golpeaba la piedra feliz, el otro molesto. Un caminante que los vio se acercó al segundo y le preguntó:
- ¿ Qué haces?
- No lo ves, pico piedras
Se acercó al otro, al que estaba contento y le hizo la misma pregunta.
- Yo construyo catedrales. Respondió.
Cascarrabias´ Kid sería el cantero infeliz, el Agente Naranja el contento. Uno será un desgraciado toda su vida y el otro sabrá disfrutar cada cosa que haga.
Este año les llevé de nuevo una mañana a trabajar conmigo y mientras el primero iba de labor en labor saltando y sonriendo, el otro empezó cansado y no dejo de quejarse y refunfuñar cada cinco minutos.

El Agente Naranja se adapta, Cascarrabias´Kid,que es un muchacho despierto, inteligente y activo, sin embargo, sólo atiende a sus propios intereses y al capricho del momento. Puede ser tenaz, pero sólo cuando la consecución de la meta no es lejana y conlleva el éxito.