domingo, 17 de mayo de 2015

Tenía que pasar


La adolescencia no es un acto rebeldía, es el reflejo retorcido, insólito y acre en la mirada de tu propio hijo. Eso es. Y no estaba preparado para ello. No llegaba al odio, pero no descarto que acabe coqueteando con él. Ahora ya lo sé. Y espero estar un poco más atento.

La semana pasada Cascarrabias´Kid se desplazó con su equipo de Rugby a jugar en Valladolid el campeonato de España de su categoría. Les dieron a base de bien. El rugby es un juego colectivo - quizás el único de verdad que exige del compromiso de todos - , donde tan importante como la técnica individual- que es necesaria y en grande grado -, el equipo debe moverse tanto en defensa como en ataque como un sólo bloque, como una coreografía de bailarines en el lago de los cisnes. Mientras el solista interpreta su "battement dégagé", el resto del cuerpo de baile debe ocupar sobre el escenario el lugar adecuado para darle continuidad a la partitura. Así de simple. Así de complicado. A los muchachos les falta eso. Cuando un jugador no está ejecutando su "brisé de volé" particular, se quedan de brazos cruzados. Pocas veces la palabra pasmarote alcanzó un significado más pleno. En fin, que perdieron. Con honor, y sin dejar de ser un equipo, dándolo todo, con orgullo y amor propio, pero - y esta es otra de las premisas habituales del rugby, como bien afirma Félix, el entrenador - perdieron con todas las de la ley porque es un deporte que premia a los que juegan mejor.  La suerte no es aficionada al rugby.

Nos tocó compartir Hostal con el equipo, aunque lo deseable hubiera sido que esa experiencia de iniciación a la camaradería adolescente la hubiera vivido sin testigos. En fin, que uno no es padre a tiempo parcial y claro, no escatimé los gestos de ánimo, de afecto, los roces, los abrazos, las bromas, los sobrentendidos cotidianos y me topé con la mirada de extrañeza, de rechazo, de vergüenza. Mi hijo se avergonzaba de ser mi hijo, de que su padre estuviera allí, de que le hablara, le mirara, le tocara. ¡En presencia de sus compañeros de equipo! Había incluso perplejidad en su mirada. Él mismo era consciente de ese mismo sentimiento de repulsión hacia mi. Y le chocaba. Pero sé que la próxima vez, que la habrá, el odio será genuino. Sin cortinas.

Afortunadamente en casa de nuevo, alejado de los reactivos, ausentes los estimulantes, neutralizada la provocación, el afecto volvió a su propio ser.

Menos mal.