miércoles, 15 de febrero de 2012

¡Viva el mal!, ¡ viva el capital!



-¿ Por qué dicen que la reforma laboral es flexible?
-Porque los empresarios cuando la leen se doblan de la risa.

Llamar reforma a ese engendro es un eufemismo supino, un ejercicio de megacinismo. No se puede denominar reforma a lo que es una mera liquidación de una pacto social básico: trabajo y derechos a cambio de salario. Descansen en paz.

Como oí decir hoy a un político, la reforma laboral plantea al trabajador la siguiente dicotomía: o admites la disminución del salario o ahí tienes la puerta. Nunca me ha gustado la demonización de los empresarios de este país y creo firmamente que ni todos los empresarios son iguales y que por regla general suelen valorar la labor de sus subordinados. Definitivamente no me gusta meter a todos los empresarios en le mismo saco. Pero también sé que las PYMES en dificultades ya estaban pactando estos últimos años con sus obreros ajustes de salario para salvaguardar los puestos de trabajo. Los trabajadores no somos tontos, sabemos lo que hay y vemos los telediarios. Poner en papel, sancionado por Su Majestad y publicado en el BOE, en manos de empresas no tan pequeñas, ni humanitarias, ni altruistas, esta arma de humillación masiva que es la reforma laboral no es justo, ni merecido, ni necesario.

Lo gracioso del caso es que a los empresarios les gustan los trabajadores motivados, comprometidos con los valores y objetivos de la empresa, desean que seamos productivos y activos. Iniciativas como esta reforma laboral allanan el terreno, qué duda cabe.

Visto como se están poniendo las cosas, dan ganas de que se restaure la esclavitud. Al menos así nos asegurabamos todos lo manutención de por vida y nos quedaba el consuelo de poder decir aquello de:¡ YO SOY ESPARTACO!

jueves, 2 de febrero de 2012

El hombre invisible



Que estaba yo en la cocina preparando la cena y comentando las cosas del cole con Cascarrabias´Kid y el Agente Naranja: unas croquetas caseras con sobras de compango, unas piezas de fruta y un yogurt y sale a colación el tema de la coeducación. Le pregunto de qué va el asunto ese de la coeducación, que les enseñan, que aprendió. Cascarrabias´Kid domina los lugares comunes, al arte de no decir nada: que si la paz, que si la soldaridad, que si el compañerismo, que si portarse bien. Palabras huecas que recita como un papagayo. No me doy por vendido y sigo escarbando con una pregunta por aquí y otra por ahí.

- Pues un tema es que los padres también son amas de casa.

Interesante perspectiva.

¿Y qué pensaban ellos de su padre? ¿Consideraban que su padre también era una ama de casa? La respuesta fue tajante y el chasco enorme. Qué cosas les decía, su padre un ama de casa. Estaba tonto, o qué.

Cagüén mi manto. Más de diez años metido en la cocina, ocupado de la intendencía, la compra, la dieta, yo, que me he leído todos los libros de nutrición y recetas, que he disfrazado las verduras de todas las formas posibles, que he militado en el partido de los no conservas, no precocinados, sólo productos frescos y sanos, mal que os pese, yo que hago la compra en el mercado y regateo con Moncho el precio del manojo de berza y ahora me lo pagaban así. El ama de casa era mamá, lo mío de la cocina no era nada.

Es increible comprobar cómo nos ven nuestros propios hijos, el concepto que puedan tener de nosotros. Otro día, que salíamos de comprar una bollos para merendar, nos cruzamos con una madre que pegó a sus hijos, de edad menor que los míos. Cascarrabias´Kid se quedó petrificado. De camino a casa, con el preciado batín de la merienda, comentó horrorizado que no entendia cómo una madre podía pegar a sus hijos.

- ¿ A ti te parece normal ? - me sondeó.

El que no salía de su asombro era yo. No es que que les haya pegado palizas de muerte cada dos por tres, pero ambos han probado mis zarandeos y mis pellizcos y, en alguna ocasión, cuando han agotado mi paciencia o cuando de la pura rabieta entraban en trance y se les obturaban los sentidos, han recibido un buen sopapo. Sin embargo ellos tenían la sensación de que jamás les hubiera tocado, de que se hubiera ejercido la violencia sobre ellos. Aquello desde luego me dio que pensar.

Por una parte me consideran un padre hippie y pacífico, por otra no consideran que contribuya con mi laboriso esfuerzo al desarrollo de la armonia en el hogar.

Ya lo decía Chesterton. Las personas que vemos cotidianamente son invisibles.