sábado, 14 de junio de 2014

Je ne veux pas "caminar"

Cuando llegué a casa de nuevo los chicos aseguraron que me habían echado mucho de menos, pero lo disimularon de puta madre. De hecho, Cascarrabias´Kid tiene una manera de lo mas convencional de demostrar afecto, se vuelve insoportable el condenado: te reta, te desobedece, se queja, se rebela, etcétera.  ¿ Por qué los homínidos nos comportamos  en lo afectivo de manera diametralmente opuesta a lo que declaramos y/o a lo  que se espera de nosotros? En fin, cedo esta pequeña inquietud intelectual mía  a cualquier científico que quiera ahondar más en el conocimiento humano.

He vuelto a tomar contacto con Giovani a través del "fachebú". El otro día estaba ya en Burgos. Según mis cálculos llevaba dos días de retraso respecto el resto del grupo. La moral sigue alta pero sigue con dolores en las piernas. No le pregunté si había comprado por fin unos gayumbas nuevos. Creo que fue en la etapa antes de Logroño cuando estaba escandalizado porque le habían "robado" los suyos. Que no me imagino yo a un peregrino a hurtadillas hurgando por los tendales y distrayendo ropa interior sudada. A saber dónde los habría puesto. Lo que sí decía era que se iba a comprar un móvil nuevo porque el suyo lo había dejado en Rio de Janeiro. Para ahorrar peso, decía. Lo que no deja de ser un sarcasmo cuando uno ha visto lo que ha visto salir de esa mochila. 

La moral seguia alta y las ganas de continuar también, pero sin prisas y hasta donde llegara. Lo malo es que como casi todos los extranjeros vienen con los billetes de vuelta cerrados y el sin prisa es relativo. Alguna de las etapas, me dijo, la hizo facturando la mochila hasta el albergue de la etapa siguiente. ¡Bien hecho! Ya tiene suficiente mérito caminar tantos días con tanto dolor de piernas. Por mi parte intentaré comunicarme con él todos los días, insuflarle ánimos, mantener vivo el espíritu. Si lo consigue, si llega a Santiago y puedo, me acerco con el coche a recibirle. Ya he encargado una banda satinada y le he escrito al Gobierno para que le propongan para la Gran Cruz de Isabel la Católica. No he pedido el Toisón de Oro porque la Monarquía está muy atareado estos días. Creo que están muy disgustados con la selección holandesa. Esperaban que nos clavaran el sexto para dedicárselo a Don Felipe de Borbón. ¡ Qué menos!

Del resto de compañeros aún no sé nada. Me da pereza ponerme a mandar correos. Unos, porque siguen caminando y pasaran días antes de que aterricen en la cotidianidad; y otros porque, no nos equivoquemos, sabemos que el Camino no deja de ser un paréntesis en nuestras vidas. Fuera del paréntesis mutan los sentidos.

Como decía Janfri: siempre nos quedará Paris y también una melodía.

- Yo no tengo padre, yo no tengo marra, "eu nao tengo ninguem", huérfano, huérfano soy. Yo soy el huerfanito.

Caraca!!!

martes, 10 de junio de 2014

El país sin sombra

El domingo, como no podía ser de otra manera, batí mi récord y empecé a caminar a las seis menos cuarto.  Todos los días al acostarme, a esos de las nueve y media o diez, me prometo que esa noche por lo menos duermo hasta las seis, pero nunca lo consigo. A las cuatro o cuatro y media empieza el barullo de plásticos, linternas y ruido de chanclas y se acabó el tema. El final te levantas, haces la mochila, comes algo y a caminar.

Cuando salí a caminar desde Nájera era noche cerrada. Los primeros kilómetros los hice completamente solo. Cuando llegué al primer alto presencié un amanecer fabuloso. Y es que el que no se contentan es que no quiere. La mañana era fresca y era agradable caminar. La  primera parada fue en Azofra para desayunar. Los siguientes kilómetros estuvo pensando cómo actuar. La idea del grupo era llegar hasta Grañón, pero yo me encontraba animado y con ganas y valoré la posibilidad de pasar de Grañón y continuar uno o dos pueblos más, con la idea de realizar en tres días lo que normalmente se hace en cuatro y llegar el martes por la mañana a Burgos. Iba a buen paso y me encontraba bien. El sol empezaba a lucir y yo seguía los pasos de mi propia sombra que a esa hora temprana era larga como un massai. A medida que avanza el día, según sube el sol, la sombra se va achicando y acaba reducida al tamaño de un pigmeo. Una buena metáfora de mis propias fuerzas. Y es que cuando empieza a cascar el sol a eso de las once, empiezan a pesar los kilómetros acumulados y las fuerzas desaparecen a gran velocidad. Cuando llegué a Grañón, con casi treinta kilómetros recorridos y aún no era ni medio día, mi ánimo para continuar decaía por culpa de "la calor". Aún así seguía decidido a continuar. Me acerqué al albergue con la idea de dejar una nota escrita de despedida para los compañeros y, además en Santo Domingo de la Calzada había comprado un pequeño pin para mi compadre Giovani. Escribí la nota y me dirigí al pueblo a recuperarme, hidratarme y alimentarme. En la plaza estaba Valentín el valenciano. Cuando le comenté mis intenciones de continuar para ganar Burgos en dos días me puso una cara de incredulidad que me acabó de desanimar. Además antes había estado hablando a la entrada de Griñón con un muchacho mexicano que me había dejado una guía del camino para calcular los kilómetros que debía ganar por día para lograrlo - el papel lo sostiene todo - y también debió verme lo suficientemente cansado como para insinuarme que me lo pensara. Cambié de planes y decidí quedarme en Grañón. Soldado que se retira a tiempo, sirve para otra guerra. En el bar de Grañón volví a encontrarme al mejicano, de la estirpe de Emiliano Zapata, sosteniendo una conversación de los más revolucionaria sobre la coherencia de la iglesia y del cura del pueblo. Según hablaba yo buscaba un lugar donde esconderme para cuando empezara "la balasera". Por si acaso le hice un comentario tomando partido por él y el manito se envalentonó.

- Van a conocer lo que es la venganza de Moztezuma.

Así que en cosa de cinco minutos pasé de querer meterme más de cien kilómetros en tres días, a dejarlos reducidos a cincuenta poco más o menos. Dormiría en Griñón y al día siguiente continuaría hasta Belorado y desde ahí autobús a Logroño y para casa. No me arrepiento de la decisión.

Por una parte estaba triste por acabar con mi periplo santiaguil, pero por otro reconozco que si dispusiera de veinte días más y tuviera la posibilidad de continuar hasta Santiago de Compostela, no podría. Hacer el camino exige una gran mentalización, no es una actividad sencilla, exige fuerza física, cuidado del cuerpo, método en la alimentación y en la hidratación, sus horas de descanso, una fuerza mental importante para superar los momentos de crisis. A esas altura de camino mi cuerpo empezaba a sentir los síntomas del esfuerzo y del cansancio. Me faltaba la mentalización para continuar. Después de ocho días caminando, no tenía una sola ampolla, no había tenido agujetas, ni tendinitis, si acaso un poco de dolor en el pubis al incorporarme después de haber estado sentado, pero nada más. Hacía tiempo que no me encontraba físicamente tan bien. De los recurrentes dolores de espalda no había ni noticia y, sin embargo, me atrevo a afirmar con rotundidad y sin temor a equivocarme que, a esas alturas de la película, estaba de caminar hasta los mismísimos cojones. La rutina de madrugar, untarse vaselina en los pies, calzarse, comer y beber, volver a caminar, inscribirse en el albergue, guardar cola en la ducha, descansar, procurarse comida y volverse a acostar - guión inalterable durante treinta y un días- pasa factura. Además desde que salimos de Logroño el paisaje era descarnado, con grandes espacios abiertos, con campos eternos de cereal, caminos de polvo y kilómetros y kilómetros sin una sola sombra. Sólo el contacto con el resto de los peregrinos la hace soportable y atractiva. La socialización. Sólo pensar que cuando reanude el camino desde Belorado algún día , me tengo que disponer a atravesar la estepa castellana me da chungo.

La parada en Grañón mereció la pena. El albergue es parroquial y está en el campanario de la iglesia. Se duerme en el suelo sobre colchonetas y la cena es gratis y comunitaria. En la recepción hay un arcón con la tapa abierta para dejar el donativo. Un cartel indica que si puedes dejes y si necesitas, cojas. En Grañón había un danés típico ( siete metros de altura, cuadrado, rubio, de más o menos mi edad y tatuado por los cuatro puntos cardinales) que viajaba con su hija y su hijo. A primera vista les echaba a los muchachos entre quince y dieciocho años. Luego en la cena supe que el muchacho tenía 12 años, un año más que mi hijo Cascarrabias´Kid y la chica, visto lo visto, es posible que tuviera catorce o quince, no más, a pesar de su tamaño. Cuando subí a media tarde a tumbarme a descansar me encontré al padre tirado en la colchoneta y a sus dos hijos acurrucados uno a cada lado sobre su pecho. Los tres estaban abrazados. Soy un sentimental. Me emocioné.

Estuve ayudando a Don Manuel a preparar la cena. Lentejas con patatas. Las patatas estaban en el bodega y el paisano me hizo bajar desde el campanario hasta tres veces a cojerle más patatas.  No paraba de llegar gente al albergue, pero no era mi culpa, joder. El que no llegó al albergue ese día fue Giovani. Cuando por la mañana le fui a despertar en Nájera ya se había echado pomada para el dolor en la piernas y no tenía la más mínima intención de levantarse. Me dijo que iba a descansar un poco más y que saldría más tarde. Para mi que se quedó en Nájera a descansar y recuperarse. No se le puede reprochar. Lo único que siento es no haberme podido despedir de él como dios manda.

Esa noche fue de las que mejor dormí. Pero aún así al baile empezó sobre las cuatro y media como todos los días. Como el día anterior ya había decidido que el siguiente sería mi último día de camino, de alguna manera mi mente ya se había relajado y nunca me había costado tanto levantarme, comer, hacer la mochila y empezar a caminar. No había dado el primer paso y ya estaba cansado. Aún así hice de tripas corazón y cubrí la etapa hasta Belorado. Primera parada para desayunar Redecilla del Camino. Rosa la portuguesa, que el día anterior había llegado a Grañon reventada y echando espumarajos por la boca, estaba recuperada y animada. Si no hubiera sido por la ayuda de Don Manuel no hubiera llegado a Grañón. Él la espero y la acompañó para que no se viniera definitivamente abajo. A Rosa le dejé en Belorado mi camiseta de Superman.

- Ahora sé que llego a Santiago seguro- me dijo agradecida en portugués.

A Rosa le dejé en custodia el pin de regalo que había comprado para Giovani. El camino es largo y es normal que a alguien que has perdido de vista dos o tres días te lo vuelvas a encontrar al cuarto después. Yo sé que se volverán a encontrar al brasileño. Luego antes de despedirnos, Rosa me trajo una bolsita de gominolas para el viaje de vuelta. A Belorado llegamos sobre las once y media y a las once y cuarto salía un autobús para Logroño. Ángeles, la mujer catalana y yo regresamos juntos. Antes nos tomamos una cerveza con Nicolás delante de la parada del autobús.

Y hasta aquí puedo leer. Esta noche he dormido en mi cama y no he podido dejar de pensar cada vez que miraba el reloj, ahora estarán cenando, ahora ya se habrán acostado, a esta hora ya llevarán caminando tres horas o más, ojalá tarde en cascar el sol, ¿se habrá recuperado Giovani?.

El Camino de Santiago es como decían los versos del Lope de Vega:

- ¡Esto es amor!, quien lo probó lo sabe.

sábado, 7 de junio de 2014

Fuerza. Lealtad. Ánimo.

El Camino tiene su punto ¿espiritual?¿ ritual? ¿simbólico? ¿trascendente?. Normalmente cuando se corona alguna cuesta especialmente fuerte es habitual encontrarse un montón de cruces que dejan los peregrinos no sé si como gratitud, oración o testimonio. Esta mañana al final del repecho había una fila de cruces durante más de un kilómetro. Son sencillas. Dos palos cruzados, pero hay otras más elaboradas, de tela, por ejemplo. También a lo largo del camino la gente va dejando piedras encima de los mojones y en ocasiones fotos o frases escritas de su puño y letra. en otras ocasiones te encuentras colgados de los árboles o de los vallas del camino trozos de tela al viento con frases o palabras escritas, al estilo de las religiones orientales. También en el camino te encuentras cruces como testimonio de los peregrinos que murieron. La primera que nos encontramos era de un brasileiro y a Giovani se le encogió el corazón. El segundo también era brasileiro y desde entonces, cada vez que vemos una cruz, Giovani se empeña en asegurar que también es brasileño. Han muerto más brasileiros en el Camino de Santiago que en el desembarco de Normandía. Con un enterramiento de un tal Yamamoto o Kurushaba dio su brazo a torcer y concedió que con ese nombre bien podía ser andaluz el finado.

En el camino hay tiempo para hablar, pero la mayor parte del tiempo, sobre todo cuando avanzan los días, uno tiende a caminar solo. Y, claro, le das a la chola. Hay gente que ha venido aquí precisamente a eso. De hecho la "rara avis" para variar soy yo. Yo no siento la necesidad de darle muchas vueltas a la cabeza ni a mi situación personal actual, pero lo cierto es que he venido con los deberes hechos. Durante los dos meses de preparación para venir aquí, caminé mucho y ahí sí, le di bastante más a la chola que ahora aquí. Algo, sin embargo, le he dado. He descubierto por ejemplo que la lealtad es el cemento que amalgama todas las relaciones humanas. A menudo nos llenamos la boca con grandes palabras: justicia, amor, libertad, quéseyo y nos olvidamos de la lealtad. Sin lealtad no son posibles ni la relaciones laborales, ni las afectivas, ni las amistosas, ni ninguna otra. La lealtad se cocina con afecto, compromiso y una fuerte dósis de generosidad. Es perfecta cuando es correspondida, pero es viable también cuando funciona en una sola dirección.

El "leitmotiv" aquí es desearse"buen camino". Cada vez que adelantas o te cruzas con un peregrino se lo sueltas. Yo para estas cosas siempre he sido muy mío y no me gusta decirlo. "Etiamsi omnes ergo non". Salvo que la chica que se cruza esté suficientemente buena. Además yendo con Giovani ya desea él buen camino a todo lo que se menea.

Seguir el camino normalemnte es fácil. Aparte de las conchas que lo jalonan, que no siempre están bien colocadas, en todo momento, en cada cruce, hay flechas amarillas. La señalización en Navarra por ejemplo, era perfecta, porque cada pocos kilómetros podías encontrarte carteles indicandote las distancias entre poblaciones; en La Rioja la señalización es deficiente.

El miércoles en Los Arcos estuvimos visitando la iglesia barroca, espectacularmente bonita. Y tomando cervezas en la plaza con el gallego de Noia y el ovetense de mi infancia. Que ya es casualidad coincidir con un tío de mi ciudad, de mi edad y de mi barrio con el que de niño me pegué más de una vez y al que no puedo ver ni en pintura. Los primeros días nos evitamos los dos. El otro día nos fue imposible no mencionar que nos conocíamos.

Ayer nos despedimos de Nudia. Fue la despedida más larga del mundo. Nos despedimos por la mañana al abandonar el albergue y siete kilómetros después en la primera parada para reponer fuerzas. Giovani incluso se despidió una tercera vez, unos quince kilómetros más tarde y me dice que le contó la historia de la medalla. Resulta que le había comprado una medalla de peregrino para regalársela a Nudia y se lo puso de "extranjis " en la mochila. El problema es que se equivocó de mochila y le puso la medallita al catalán farmacéutico. El que conoce todos los mejunges para el bienestar muscular. El tío se quedó súper sorprendido y agradecido y Giovani en lugar de deshacer el entuerto tiró para adelante. Le dijo que era por todos los consejos y cremas que le había prestado. Lamento haberme perdido el cachondeo que debió pillarse la Nudia cuando le contó la historia. Nudia se quedó en el albergue de Viana, preciosa ciudad. La última ciudad de Navarra. El resto seguimos a Logroño.

Vi a Giavani tan cansado que estaba seguro de que se iba a quedar en Viana con Nudia, pero una vez más demostró que es mi héroe. El tío llegó a Logroño. Eso sí. Llegó cerca de las tres cuando lo habitual es dejar de caminar sobre la una. El grueso del grupo: Don Manuel, Nicolás, Rosa y Cristiane la brasilerira nos hospedamos en el albergue parroquial por indicación de Don Manuel. Las hospitaleras u hospitalrarias, para variar eran extranjeras: británica e italiana. Eso es otra de la peculiaridades del camino, casi todos los albergues, aún siendo municipales, los regentan congregaciones o asociaciones extranjeras: belgás, holandeses, alemanes, franceses,... y la lengua franca es cualquiera menos la nuestra. El albergue parroquial es pequeño y cuando llegamos ya estaba lleno. Nos hospedaron en el piso de arriba en colchonetas sobre el suelo. En el albergue, al dictar las normas al llegar, te recuerdan que a las siete es la misa de peregrinos y que después de cenar- suele ser una cena común que prepara uno de los peregrinos ( ayer goulash húngaro y ensalada) - hay que bajar de nuevo a la iglesia a rezar y a que te sellen la compostelana. Por aquello del etiemsi preferí quedarme sólo en la cocina fregando y recogiendo.

En Logroño aproveché para acercarme a echarle un ojo al coche que lleva aparcado desde el pasado sábado. Lo encontré bien y lo cambié de sitio. Al regresar al albergue me encontré una tienda que vendía una camiseta de superman como la mía y se la compré para Giovani. Qué menos. Por su culpa todo el mundo me conoce como supermán en nuestro grupo y además el muy cabrón difunde por ahí que es mi segunda piel y que no la he lavado desde el primer día. Dice también que si aún no tengo ni ampollas ni agujetas es por la camiseta y por la kriptónita, claro. Ya le dicho que si llega a Santiago va a ser gracias a la camiseta que le he regalado. ¡ Superman!

Hoy hemos llegado a Najera. Treinteyun kilómetros bajo el sol

jueves, 5 de junio de 2014

Los Arcos

Quinto día. He cruzado el ecuador de mi camino. Llegué a Los Arcos. Llevo más de cien kilómetros en mis piernas y estoy físicamente bien, pero no quiere decir nada. Cada día es un mundo. El día que salimos de Pamplona iba como una rosa y ayer sin embargo fue mal desde el primer minuto. Nada más ponerme la mochila ya estaba incómodo y no encontraba postura. Iba incómodo, sin ritmo, fuera de cacho, a tirones, en resumidas cuentas mal. Hoy sin embargo, me lo he tomado con calma y he venido bien. Sólo al final, los últimos seis o siete kilómetros, empezó a molestarme la mochila. Hoy cascó el sol. Ayer estuvo nuboso y chispeó a ratos y el martes estuvo bien.

Lo que peor llevo es lo de madrugar. Cada día nos levantamos antes y empezamos antes a caminar. Hoy a las sies y cuarto ya estábamos en camino desde Estella, ayer a las seis y media ya estábamos en pie desde Puente la Reina y el día anterior a las siete menos cuarto desde Pamplona.

No todo es malo. Madruga tiene alguna buena. No todos los días tiene la posibilidad de escuchar uno a las siete de la mañana y en exclusiva un concierto para "peregrino y cansancio" interpretado por una curruca capirotada. El martes, por cierto, al salir de Pamplona, me independicé del brasileiro. El hombre va físicamente mal y va muy despacio. Los dos días anteriores tenía que pararme demasiado a menudo para esperarle y cuando venía una cuesta a rriba peor. La conversación empero tampoco daba para mucho más. En la subida al Perdón tire para adelante y seguí ya hasta el final. La subida es dura pero la cúspide tiene su recompensa, buenas vistas de la llanura navarra, con sus campos de cereal y cebada en su pleno espendor, los molinos de viento al alcance de la mano, la escultura y el ambiente de peregrinos reventados, brindando con tubos de linimiento. La bajada además de da larga está complicada por la cantidad de piedras. Fue la primer vez que pude caminar solo. Llegando a Puenta la Reina me encontré con las dos americanas que vi en el primer albergue de Roncesvalles y que daba por desaparacidas en combate. Al que tampoco habíamos vuelta a ver en el camino era al australiano. Ni al francés de Savoia, de Chambery, que cenó la primera noche con nosotros en Roncesvalles y que venía caminando desde la puerta de su casa. cuando le encontramos ya llevaba en las piernas más de mil kilómetros y tenía la piel curtida, como mi padre en verano cuando venía de la finca. También dudaba mucho de que hubiera llegado a Pamplona. Rascaba el sol y hubo que echarse crema solar. Se me hacía extraño caminar oliendo tan intensamente a verano y playa.

El Camino a esas alturas empezaba a adolecer de cierta monotonía. Más o menos ves todos los días a la misma gente, a las mismas caras, nos conocemos unos a otros y sabes ya con quien te apetece hablar y a quien le pondrías la zancadilla sin piedad. 

El albergue de Puente la Reina era muy bueno (  5 euros) no así el de Pamplona ( 8 euros) que no me gustó nada. Me tocó una cama de mierda, en un sitio de mierda por el que pasaba todo el mundo que entraba o salía del local. Lo mejor del día había sido la noticia de la abdicación de Don Campechano y ver en un balcón de la muy conservadora Pamplona una enorme bandera tricolor. Los portugueses me preguntaban, qué va a pasar ahora. Nada, qué va a pasar. La estacia en Pamplona se me hizo larga y aburrida. Muchos peregrinos veteranos caminaban hasta el siguiente pueblo, Cizur Menor, tres o cuatro kilómetros más lejos para evitar precisamente Pamplona. Y es que el ritmo del camino es un ritmo rural y propio. Las grandes ciudades son más un incordio que una ventaja. El camino es centrípeto. Se retoalimenta asi mismo con el ambiente de los albergues y de los peregrinos, como nos pasó en Puente La Reina. Después de asearse, lavar la ropa y asearse, Nico el catalán sacó el ukelelé y todos a cantar ( juro que canté y que aún no había bebido). Luego nos juntamos un grupo, hicimos compra, cocinamos y partida de cartas de sobremesa. Los coreanos que son con diferencia la colonia más poblada de extranjeros, nos miraban con asombro y envidia del jaleo que estabamos montando: buenos días señorita, buenos días caballero y al burro inglés. Luego salimos a dar un paseo por el pueblo y nos topamos con un grupo de estudiantes de Islandia que estaba realizando el Camino en biciclete y regresando al albaergue a dormir nos encontramos de nuevo con el australiano. El hombre había llegado a Pamplona el día anterior tarde y muy malamente y se había ido a un hotel. En el hotel se encontró con las dos holandesas que nos habíamos cruzado en Zubiri y al parecer en honor a nuestra vieja y lubrificada amistad se bajaron de nuevo varias botellas de vino. cuando le encontramos en Puente la Reina acababa prácticamente de llegar y estaba decidido a quedarse un día más en el pueblo para recuperarse.

Esa es otro de las cosas que más me sorprenden del Camino. La capacidad de sufrimiento y de superación que demuestans alguno peregrinos, como Raymond, el australiano y Giovanni, el brasileño. Los dos son puro dolor y continuan.

Desde Puente la Reina salí caminando con el brasileño. Estiramos juntos y estuvimos juntos hasta la primera cuesta. Empezar con él siempre me viene bien porque me marca el ritmo adecuado. Cuando me estaba preparando para venir era capaz de hacer veinte kilómetros a ritmo de más de seis kilómetros por hora. El ritmo del camino ronda los cuatro kilómetros por hora, incluso menos si el terreno es complicado. Es el ritmo adecuado y si no hubiera sido por el brasileño y si parsimonioso ritmo, estoy seguro que ya hubiera reventado o que estaría fisicamente bastante peor de lo que estoy. En el camino los esfuerzos se pagan muy caro. De hecho, el primer repecho, que estaba a unos cuatro kilómetros de empezada la etapa, cuando me quedé solo, acelerá el ritmo y llegue a Estella tocado. Con molestias en un tobillo. fue para mi un día pestoso en el que ningún momento me encontré bien pero el andar rápido me remató. Una de las figuras del Camino es la del peregrino farmacéutico. El que se conoce todos los mejunjes y remedios para todo síntoma y dolor. Hay un catalán al que recurrimos todos: que se radio salil para los dolores musculares, que si aceite de romero para las piernas, que si vicks vaporú para el hinchazón de pies, que si vaselina para los pìes y para las rozaduras. Yo me estrené en Estella con el Radio Salil y reconozco que se me ha quitado el dolor del tobillo.

El Estella me hospedé en el albergue parroquial con Don Manuel, el veterano de los nueve caminos y con Nicolás, el del Ukelelé. Es un albergue pequeño que está bastante a desmano, pero que Don Manuel nos había recomentado porque no cobraban y porque daban gratis el desayuno. Si llego a saber la cuesta que había que subir y lo pequeño que era me hubiera ido al municipal, donde se alojaron el brasileño y Nudia (la chica que cantó y comíó con nosotros el día anterior en Puente la Reina y que la pobre tiene que andar quitándose de encima a los hombres maduros). Don Manuel nos llevó a comer a un sitio fantástico que se llama Casanova y que nos dieron una menestra y unas carilleras por doce euros que se fundía el misterio. Comió con nosotros Rosa, la portuguesa que vive en el Perigord.  Después de la siesta salí a buscar al Brasileño y me lo encontré con Nudia. Fuimos los tres de compras. Tres brasileños como Giovanni y levantan la económía del país. Sobre todo la del pequeño comercio. En productos de farmacia se gasta ni se sabe y ayer tuvo que comprar un nuevo calzado porque el que se traía era poco apropiado. Dice que le va mejor. Luego nos separamos, yo estaba físicamente roto y necesitaba descansar. En el albergue estuve de cháchara con un sacercote alemán de ochentaiseis años que venía caminando desde Saint Jean Pied de Port. La conversacion fue larga y muy agradable, hasta que el caballero sacó a relucir la República de Weimar y el nombre de Hitler. Todavía hay.

Efectivamente en el albergue parroquial el desayuno era gratis y el madrugón doloroso. empecé a caminar a las sies y cuarto. Como siempre cinco minutos para estirar y luego a echarse crema porque el día prometía ser caluroso, como así fue. Afortunadamente no me volvieron los dolores y fue un día agradable. Tan sólo los últimos seis kilómetros se me hizo la mochila molesta y insoportable, también es verdad que con la comida que me sobra llevo cargo por lo menos con un kilo más de los que llevaba cuando empecé el primer día y se nota. Llegué a Los Arcos a los once y media. El albergue es municipal, cuesta seis euros y lo llevan unos belgas. Hemos cocinado Nico y yo una paella y hemos compartido mesa con Manolo, Giovani, Nudia, Rosa y una de las chicas brasileñas, la que no come carne ni fruta y desde Santiago se va en avión para la India. Y es que en el Camino hay gente para todo. La siesta de hoy ha sido bestial.






lunes, 2 de junio de 2014

Episodios 2 y 3. La amenaza fantasma

No es difícil entender el ritmo del peregrino, que como todo en esta vida tiene su intríngulis, sus propias reglas y sus propios tiempos.

En el albergue de Roncesvalles compartía habitáculo con un brasileño de nombre italiano y apellido ucraniano. Venía desde Saint Jean Pied de Port con un Australiano. Ni el australiano hablaba portugués ni el brasileño una palabra de inglés y llevaban todo el día juntos. Total que me liaron y la consecuencia es que comencé el camino con una buena resaca. Ambos conocían la calidad de nuestros afamados caldos, pero como yo les decía no era imprescindible probar todas las denominaciones de origen el primer día. Nada. Los tíos estaban lanzados. Como siga juntándome todos los días con los más tímidos, me voy a divertir. Lo mejor de todo es que el australiano ( 62 años) le había estado todo el dia hablando al brasileiro de un bebé. El brasileiro estaba convencido de que había dejado preñada a una muchacha en su país y se había venido al Camino huyendo, como si fuera la legión extrajera, o algo así. La historia real es que la hija del australiano se había casado con un francés, vivían en Avignon y le acababan de hacer abuelo. Había venido a Europa a visitarles y de paso se animó a hacer el Camino. Al parecer circula por los países sajones una película sobre el Camino de Santiago que es bastante exitosa.

El ritmo del Camino no tiene nada que ver con la vida cotidiana. En los albergues a las seis tocan diana y a las ocho hay que dejar el albergue libre. Algún imbécil pone el despertador antes y empiezan a caminar antes de que a dios le haya dado tiempo a pintar el paisaje. Yo empecé a caminar sobre las siete con el brasileño. Llovía. Empezamos con buen ritmo y realizamos la primera parada a los diez kilómetros. Luego se me vino abajo. El pobre hombre no podía con el alma ni con las botas. El camino ha surtido sus primeros efectos. He sido capaz de caminar seis horas al lado de un tío que no calla la boca, que como saben los que me conocen, lo odio. Pues no querías una taza, toma taza y media. Mi hijo Cascarrabias´Kid es de los que no callan. Campanilla, si están leyendo estas líneas que sepas que habrá un hombre en Brasil que se lleva todos nuestros secretos, pero piensa que lo hice por una buena causa. Cuando el hombre se vino fisícamente abajo, la única manera de que continuara era tenerlo entretenido. Además aún así el contó mucho más que yo. Donde va a parar. Tardamos más de seis horas en recorrer poco mas de veinte kilómetros y aún así no fuimos de los peores ni con mucho.

Otra cosa que me llama la atención es lo poco preparada que viene la gente. A algunos se les ve a la legua que es la primera vez que se calzan unas botas. Se les ve sufrir y arrestrarse por el camino. Sin embargo continúan, un paso detrás de otro. El Camino cuida a sus víctimas y cada kilómetro recorrido deja una huella indeleble en el cuerpo.

La rutina en los albergues. Zubiri, 8 eur, es siempre la misma. Llegar, ducharse, lavar la ropa, descansar un poco y dormir un rato. Luego te quedan unas horas para aburrirte o para charlar con este o con otro. Les aseguro que charlar en húngaro es especialmente difícil, sobre todo cuando no se habla el idioma, pero es posible.

Antes de ir a cenar nos dimos una vuelta por el pueblo para buscar al Australiano. Tradamos en encontrarle pero dimos con él. La alegría fue inmensa y la fraternidad ( D.O. La Rioja, reserva) fluyó sin medida de nuevo. En el bar había dos holandesas que compararon al brasileño con un gorila y el pobre hombre aún no se ha repuesto. Pero soy testigo de que él disparo primero. Las holandesas venían desde Utrecht en bicicleta. El primer año hasta París, el segundo hasta Bordeaux y en este tercero tenían pensado llegar a Estela. El brasileiro comparó la cachas de la mujer con las de Miguel Induraín. No fue un simil acertado.

Es como para no creerlo pero el segundo día y otra vez resaca. Al menos está vez tuvimos la prudencia de no mezclar y de retirarnos antes de que empezaron los cánticos.

La etapa de hoy, bien. Llegamos a Pamplona,