lunes, 19 de septiembre de 2016

PRESAGIOS

        No pongo malos porque se supone que por definición lo son. También podían ser buenos, pero si lo fueran seguramente no estaría escribiendo esta entrada o posiblemente me referiría a los hechos en otros términos, qué se yo, Great Expectations, Cascarrabias´Kid in Wonderland, The Life and Opinions of  Tristam Cascarrabias, Captains Corageaus, Etc. Convenimos entonces que si ponemos presagios en el título, no es necesarios adjetivarlo en modo alguno, pues son de por si malos.


      No es que se me dé bien el inglés ni sea un aprendiz de petimetre, pero la historia empieza precisamente ahí, a la sombra del Gran Benjamín, donde acabo de pasar unos días con mis hijos. ( El lector avezado habrá notado que he omitido la expresión de vacaciones entre la palabra"días" y  el complemento "con mis hijos", porque en ningún momento lo fueron; al contrario, fue más duro que hacer la mili en verano en Melilla. Dudo mucho que un torero en plena faena atesore más temple del que yo hice gala en Hyde Park, o en el Observatorio de Greenwich, aguantando las arremetidas de mi hijo adolescente).



    Mira que me lo habían advertido, mira que estaba requeteavisado, pero los humanos sólo aprendemos cuando la experiencia recae en nuestras propias carnes, a Cascarrabias´Kid le ha llegado el tiempo de la adolescencia y yo no estaba ni intelectual, ni afectiva, ni anímicamente preparado para esa estación del año. La intempestiva tormenta me ha pillado con ropa de entretiempo, un paraguas con las varillas rotas y en el extranjero. ¡ Me caso´n los hijos de la Gran Bretaña!

    El muchacho se pasó todo el viaje o chinchando al hermano -actividad en la que ha descollado desde su más tierna infancia donde podía ocupar por derecho propio lugar señero en la galería de insignes cargantes- , o discutiendo con su progenitor, así, sin más, o una cosa u otra, o tocando los bollocks o just contradicting, sin solución de continuidad. En el primer caso tenía que esforzarme por proteger al hermano de las arremetidas chulescas e inacabables del púber, y eso que el Agente Naranja debía estar bajo los efectos del síndrome de Estocolmo, porque el muy memo estaba encantado con la situación, ¿ o debería decir asedio?. ¡ Caña al mono que es de goma!, debían pensar. Y por si no lo habían notado el monkey era me. En el segundo caso, debía armarme de paciencia para no arrancarle la cabeza cual gamba de huelva. Cualquier excusa era buena para echarse al monte y liarse la manta a la cabeza, cada paso que les saqué por las calles de Londrés me costó un mundo, cada museo, cada piscolabis, cada admonición, cada comentario, era motivo de refriega y de fuego graneado. Le miraba y no me lo podía creer. ¡ Me costaba reconocer a mi propio hijo! Quién diablos era aquel monstruo que había venido conmigo de viaje. El tío cojia carrerilla y no hayaba límites, entraba en bucle, se retroalimentaba con sus propios argumentos y acaba haciendo, como se dice vulgar y muy certeramente, una montaña de un grano de arena. Al principio trataba de hacerle entrar en razón, pero al poco no tardé en darme cuenta que la misma razón que yo esbozaba para atemperarle podía ser un grano peripatético sobre el que edificar la más descabellada de las montañas. Eso sí, andar, anduvo, musear, museó, comer, comió, disfrutar, disfrutó. Eso sí, la próxima vez le compró un móvil y que se dedique al rap. 

     He de reconocerle al muchacho una habilidad excepcional para urdir argumentos, incluso empleando las mismas palabras y razonamientos que tantas veces había oído salir de mi boca para reconvenirle, pero retorcidas, manoseadas y tergiversadas con habilidad de político chusco o jurisconsulto embustero. Churchill, tiembla, que no sabes con quien te las tendrás que ver que a partir de ahora: "Never was so much owned by so many to so few" Le creo capaz de eso y de más. Aunque él claro, en su cerrilismo, manipularía el sentido a su manera: Nunca se debieron tantas (ampollas),  por tantos (pasos), a tan pocos (placeres).



     Siempre me ha agradado la flema británica y su fino y sagaz sentido del humor. Hoy mismo me procuparé un libro de Jonhatan Swift para inspirarme y plantarle batalla: A Modest Proposal for Preventing the Children of Poor People From Being a Burthen to Their Parents or Country, and for Making Them Beneficial to the Publick. ¡Qué se prepare!

viernes, 9 de septiembre de 2016

Niños grandes, problemas grandes ( capítulo 2 y último)





Y efectivamente, a medida que crecen los muchachos, uno se va desentendiendo de lo cotidiano, lo que no es poca liberación, porque se arreglan por sus propios medios, se van dispersando en el tiempo los problemas, haciéndose más esporádicos, se convierten en la excepción y no en la norma, pero cuando estos se producen, su gravedad es cada vez mayor y por más que uno crea que ha hecho una gran acopio de experiencia y que está preparado para todo, la realidad es muy diferente y acaba comportándose como un recluta torpe con un fusil que no sabe manejar con el que debe apuntar al objetivo correcto y cargarse el problema con la acción o el consejo adecuado. Casi nada. Qué razón albergaba el lacónico dicho de mi hermana.

Primer botón. En el mes de abril de esté año el Agente Naranja luxó el brazo izquierdo doscientos setenta grados. Excepto el hueso, rompió todo lo rompible dentro de la articulación y seis meses después sigue con dolores, obligado a continuar haciendo ejercicios de rehabilitación y ya nos hemos hecho a la idea de que por muy bien que vaya la recuperación, jamás volverá a extender el brazo dañado al cien por cien. En fin, una gracia para un muchacho deportista de doce años.

Podría pensarse que qué culpa tiene el muchacho de haberse lesionado de esa manera. Y la tiene. Y mucha. La luxación se produjo haciendo lo que no debía, practicando parkour con su hermano y sus primos en un parque cercano a casa.  Y estaba avisado. No me había pasado desapercibido el interés que mostraban ambos cada vez que en la televisión salía algún video o noticia relacionada con esa actividad, o con la pandilla de jóvenes que en alguna ocasión habían estado practicando en el parque delante de casa  y estaban amenazados con las penas del infierno si eran descubiertos por mi menda ejecutando dichas prácticas.

Es tontería, sólo aprendemos de nuestros propios errores y ni aún así.

Segundo botón. El Agente Naranja se ha preguntado por primera vez quién soy yo, es decir, que ha tomado consciencia de su propio ser, que tiene la imperiosa necesidad de conocer cuál es su propio peso específico  sobre el mundo, que está buscando la equidistancia entre él y sus padres, él y su hermano, él y sus amigos y compañaros, él y la escuela, él y el deporte, él y él mismo, y esa búsqueda de la identidad, esa necesidad de encontrar respuestas, esa indagación que nos pone delante de muchos espejos que no siempre devuelven imágenes fieles, o sí, lo que no siempre tampoco es mejor, esa búsqueda de la esencia de uno mismo, suele ser drámatica, angustiosa, confusa, agotadora y aparentemente muy poco exitosa.

Cómo hacerle ver que de una manera u otra esa camino lo hemos recorrido todos, antes o después, que la respuesta no la tiene nadie más que él mismo, que no hay una sola respuesta clara, nítida y cerrada, si no muchas, que hacerse esa pregunta es bueno y necesario, aunque se sufra y uno no siempre entienda lo que le está pasando, que esa pregunta es sinónimo de hacerse mayor, de hacerse persona y que es tan importante encontrar una respuesta como relativizar la importancia, la certeza y la veracidad de la respuesta asignada. Cómo hacerle entender que esa pregunta le acompañara toda la vida, que será recurrente a lo largo de los años y que los argumentos y las conclusiones serán diferentes en cada ocasión, porque ni los intereses ni las circunstancias son los mismos y uno no es el mismo a los doce años, que a los veinte, que a los cuarenta o más tarde. Cómo hacerle entender que esa pregunta significa que ha empezado a soltar amarras, que Campanilla y Culo Gordo empezamos a estar en un segundo plano, que él empieza a ser el capitán de su destino, que nosotros debemos intantar no inmiscuirnos y que nuestro único deber es ayudarle a levantarse tantas veces cómo se caiga pero que en la aventura de descrubrir o construir una propia identidad, ni debemos marcarle al camino ni caminarlo por él. Ese trabajo, debe venir hecho de antes. ¿ Habremos hecho bien los deberes? Espero que sí, qué tenga las herramientas suficientes y adecuadas para poder las zarzas, derribar obstáculos y no dejarse cegar por la luz del sol, o lo que quiera que sea eso que brilla y deslumbra.

Bienvenido a la vida, hijo. Que la disfrutes.


viernes, 19 de agosto de 2016

Niños grandes, problemas grandes. ( Capitulo 1)



   Recuerdo que cuando los muchachos eran bebés aquello era un sinvivir, que si ahora tienen mocos, que si ganaron unas décimas de fiebre como en las olimpiadas, que si se le sale el mondongo del pañal, que si no echa bien los gases, que si se ha quedado frío el biberón, que si la temperatura del agua de la bañera, que si no duerme, que si por qué llora ahora, que si le da el sol, que si llueve y no podemos salir de paseo, qué es eso que se ha metido en la boca, que si ya gatea, pero que coscorrón se ha dado contra la esquina de la mesa, que si ya anda y se acabó la paz si es que alguna vez la hubo, que si vas a tener un hermanito ¡ qué bien!, aún cuando el primero nos estaba dejando derrengados, hechos cisco, fosfatina. Ser padre era lo más parecido a la esclavitud, pero sin gospel.

En los pocos momentos de asueto que teníamos, nuestro tema de conversación recreaba las mejores jugadas de la paternidad. Es decir, que nos pasábamos todo el día hablando de nuestra experiencia paternil. Me imagino que  por aquella época para nuestros amigos sin hijos aquello debía ser peor  o por lo menos comparable a tragarse el video de una boda, con sus albumes de fotos consiguientes, con la típica escusa de veniros un dia por casa a tomar una cerveza  Un coñazo, vaya.

  A medida que los muchachos se iban haciendo mayorcitos Campanilla y quien aquí divaga nos las prometíamos muy felices. Y en una de esas conversaciones distendidas con una diplomada en maternidad, una veterana de guerra doméstica, una legionaria de la familia, mi hermana Elena, comenté con alivio que empezábamos a salir del tunel, a disfrutar de un poco de paz y de tiempo libre para nosotros. Vamos, que me vine arriba. Dos minutos más de conversación y soy capaz de asegurar que en menos de dos meses vuelvo a ir de parranda con mis amigotes y que recupero mis erráticos hábitos de soltero. Afirmé, convencido del peso de mis palabras, que poco a poco se iban acabando los problemas.¡ Ja!

Elena se me quedó mirando con ese deje de piedad, misericordia y omnipotencia tan marca de la casa, tan desdeñosa, tan innata, tan qué me estás contando pequeña cucaracha, tan resabiada a fin de cuentas, con esa manera tan perfecta de enarcar la ceja, con esa perfección en la manera de arrugar los labios, con esa grandeza y precisión en el ángulo de giro de la cabeza, con esa capacidad para poner la barbilla a la altura justa  y enunció su sentencia con la misma precisión que Confucio cuando bajaba de la montaña después de meses de ayuno  y meditación: niños grandes, problemas grandes.

Al principio he de reconocer que como sentencia me pareció enigmática, no sé, exigua a la par que lacónica; ahora sé que la carga de profundidad que conllevaba era inabarcable.


Continuará.

jueves, 16 de junio de 2016

¡La de mi madre!


        El otro día tuve que ir a la puerta del instituto a darle un recado a Cascarrabias´ Kid. Es áun un hijo analógico y tuve que ceñirme al vis a vis, o al tête-a-tête para comunicarme con él. Lo que salió por esa puerta mientras estaba esperando es difícil de describir. Estoy seguro de que J.R.R. Tolkien se inspiró en los muchachos de un instituto de enseñanza media para describir sus trolls, sus elfos y sus hobbits, porque si no, no se explica. Cuánto grano, cuánta espinilla, cuánto barbilampiño,  cuánto flequillo desbocado, cuánta hormona desatada, cuánto lema textil, cuánto calzoncillo, cuánta tanga, cuánta silueta polimorfa, cuánto voz destimbrada, qué escasez de ropa, cuánto abrazo, cuánto beso, cuánta camaradería de cartón piedra, cuánto actor verdadero, cuánto tabaco, cuánto móvil, qué olor a porro, cuánta libreta pop, cuánto punk, cuánto grunge, cuánto hipster, cuánto frikki,  cuánto skaters, cuánto rapero, cuánto heavy. Cuánta inmortalidad convencida. Por ver, vi hasta algún niño. Pobrecillo.

Fue una experiencia tan sobrecogedora que no sé si hubiera preferido que Cascarrabias´Kid hubiera tenido teléfono móvil para ahorrármela.

Lo que tengo claro es que esos muchachos son como vampiros, porque se miran en el espejo y no sé ven. Porque de otra manera, no se explica. ¿ Por qué les gusta tanto publicitar a Calvin Klein? Nadie en su sano juicio sale de casa en calzoncillos, salvo supermán, que los usa rojos. Ni nadie se morrea en el mismo medio de la calle, intersección con la puerta de salida del centro como si todos los días fuera De Aquí a la Eternidad. ¡Presencié besos en estado químicamente puro! Y nadie se atusa el flequillo continuamente como si estuviera en  la pasarela de Madrid Fashion Week. ¿ Y por qué visten de verano en invierno?, ¿ influencia austral o es que esos muchachos ignoran la existencia de calendario?, ¿ nadie les ha explicado que la tierra gira sobre su eje respecto al plano de su órbita en relacion con el sol?  ¡Cómo está la enseñanza!

Ni qué decir tiene que para esos muchachos, que los tenía tan cerca que me rozaban al pasar, yo era tan invisible como un  buzón de correos, una farola o la boca de una alcantarilla: formaba parte del paisaje. ¡De pronto entendí toda la literatura fantástica! Ellos y yo vivíamos en planos paralelos de la realidad. Estábamos pero no estábamos. Éramos pero no éramos. Un olograma hubiera sido algo más físico que yo.

Lo mejor de todo es que pesar de que Cascarrabias´Kid, a sus ya casi catorce años, esté inmerso en ese túnel de los horrores, donde nada es lo que parece y todo es tan real como la vida misma, ayer mismo, mientras paseábamos juntos por la calle, me cogió la mano, como si la horrorescencia no existiera. Gracias chaval.

sábado, 4 de junio de 2016

Los cuatro ases de la canción asturiana







El otro día mientras cenábamos el Agente Naranja me preguntó si sabía los nombres de los cuatro ases de la canción asturiana. Tuve que contenerme para no soltar un taco. Qué leches. Lo solté. El muchacho con ganas de recitar los cuatro nombres de corrido y su padre echando cagamentos. Este año en el colegio las asignatura optativas para elegir eran Llingua asturiana o Cultura Asturiana. Qué digo yo, que a los políticos de la Consejería de Educación les debían enseñar a distinguir una paradoja, pues no se pueden dar a elegir dos cosas que en el fondo viene a ser lo mismo. Desaparecieron del currículo las asignaturas relativas a la tecnología o los segundo idiomas y la gran apuesta formativa de la Consejería era Asturias Patria Querida,  los cuatro ases y el himno de la Covadonga. Cágate lorito.

Yo ya estaba con la mosca detrás de la oreja porque otro día que había venido comentando que si los moros habían entrado en Asturias o si les había echado Pelayo y sus huestes. Historicismo riguroso. Con muy mala leche le pregunté si les habían hablado de la revolución de Asturias, o de los afrancesados en el periodo de la Guerra de Independencia, o de Agustín Argüelles y otros Diputados asturianos en las Cortes de Cádiz, de Jovellanos, de Campomanes, de López Estrada... Los agujeros en esos temas eran negros por su tamaño y marrones por su atractivo. Si la Consejería quería hacer apología de la aldea, por lo menos debería abandonar el folcklorismo y ser rigurosa y ambiciosa en sus objetivos.

Soy un defensor a ultranza de la escuela pública y aunque mis hijos ya no se beneficieran de ello, sueño con que mis nietos puedan conocer algún día una escuela pública de calidad, fiel reflejo del modelo francés: integradora, laica, y republicana. Ser fiel a la escuela pública española actual se hace muy muy cuesta arriba. El modelo educativo está totalmente pervertido. Por un lado se prima y financia la escuela concertada: confesional, clasista, elitista y tramposa, y por otro se desmantela el modelo público: completamente desprestigiado por el mismo discurso, obra y ejemplo de los dirigentes políticos que son los primeros que tienen el deber de garantizar una educacion pública de prestigio, universal y calidad,  y no el continuo abandono y desprestigio al hacerla foco de discusiones ideológicas y territoriales continuas e innecesarias, sin rumbo alguno, sin la financiación adecuada que se detrae a favor de los concertados, sin integración en el seno de la comunidad educativa entre padres, educadores y alumnos, sin justicia porque acumula en sus aulas a todos los alumnos que los concertados, financiados por el estado, rechazan por sus origenes étnicos, religiosos y/o económicos. La escuela pública actual se está convirtiendo en el ghetto donde recalan todos aquellos que no pueden permitirse una educacion concertada.  ¡Y hemos acabado asumiéndolo!

Nos quieren hacer creer que la escuela concertada es también pública porque está financiada por el Estado y que el derecho de los padres a decidir la educación de sus hijos es un principio y un derecho inaleneable. Mentira. El único derecho es el garantizar una educación universal, de calidad y basada en valores ciudadanos. Es el deber de cualquier Gobierno trabajar con ese único objetivo, y no otro. Y es evidente que en ese sentido la escuela concertada es una auténtica perversión del sistema que va en detrimento de la enseñanaza pública. La escuela concertada no es pública porque tanto el profesorado, como sus contenidos y  sus objetivos son privados y particulares. Así de sencillo.

Sigue habiendo buenos colegios públicos, buenos profesores y maestros, buenos cláustros, cuya labor roza la heroicidad por la falta de medios, la situación sociológica en las aulas y por la falta de una política educativa firme, decidida, a largo plazo, integradora, laica y republicana.

Ofrecer la cultura asturiana como la mejor opción curricular en sexto de primaria es un ejemplo  chusco de la derrota de la escuela pública.

Cuchichi, Miranda, Botón y Claverol.

jueves, 31 de marzo de 2016

El parnaso

Hoy me siento inspirado. No podía ser de otra manera, voy a dormir en el Monte Parnaso, el monte donde habitaban las musas y el preferido de los poetas. Estoy en Delfos, donde el oráculo, que no deja de ser otro montón de piedras, en un entorno de escándalo, donde a uno no le cuesta imaginarse lo que debío ser esto en su momento, una especia de Las Vegas en versión divina.

De todo el conjunto arquitectónico, me quedo con la fuente Castalia, cuyo nombre me es muy querido por ser el que daba nombre a la colección de clásicos de la literatura española que están en la base de mi formación lectora, quien sabe si humanística. Y con el estadio donde se celebraban los juegos Pithios, al parecer los segundos en importancia después de los Olímpicos. A parte del hermoso entorno y del buen estado de conversación del estadio, uno no puede dejar de preguntarse si en aquella época ya existían apuestas que distorsionaban la limpieza de la competición o si algún atleta tomaba algún tipo de sustancia prohíbida para reforzar sus prestaciones. Qué sé yo, concentrado de zumo de oliva presionado en frío. O brevas vendimiadas en luna llena. También me llama la atención que todos los restos arquelógios o arquitectónicos están relacionados o con el culto religioso o con la belleza: templos, exvotos, collares, cálices, etc. Ni edificios civiles, ni elementos de la vida cotidiana: casi todo el barro, el oro, el ébano, el marmol y el bronce, todo el esfuerzo humano dedicado a honrar a lo trascendente, que no deja de ser una manera de honrarse a si mismos.

Atenas queda atrás. Una ciudad agradable, pero con días suficiente. Llama la atención que a parte de las ruinas, no sé vea o salgan al paso en la ciudad, edificios emblemáticos, palacios, casonas, parques, estatuas, de corte moderno. Es una ciudad monocroma, monótona, sin grandes alicientes turísticos más allá de los puramente históricos.

Le he declarado definitivamente la guerra el Gyros. No más Gyros, ni pita, ni la madre que los parió. Los griegos son muy patriotas y en todos los sitios te ofrecen su plato nacional. También llama la atención que en muchos viviendas y edificios la gente cuelga la bandera de su país, pero luego paradójicamente, una gente tan patriótica, emplea todo tipo de nombres extranjeros en sus negocios: Peñarrubia, Amor ( era un sexshop), etc. No sólo en español, abudan también en Italiano Francés y por supuesto Inglés.  Abundan. Por mi lado me encanta descubrir en griego palabras que forman parte de nuestro propio acervo: taberna, cantina microcosmos minotauro, ánfora, etc.  De hecho, viendo el estado de las carreteras, estoy seguro de que el término "socavón" es griego puro.

martes, 29 de marzo de 2016

Porque lo llaman Partenon cuando deberían decir puzle

Insisto, en su momento debió ser un momumento de la mi madre, de hecho la Embajada Española y el Instituto Cervantes les han legado una placa en la que se recoge que el Rey Enrique no sé cuantos de Aragón en 1380 dijo que los monumentos de la montaña de Atenas eran la maravilla del mundo, pero hay que reconocer que la historia les ha tratado requetemal y no queda sombra de lo que fueron. Todos los turistas los miramos desde abajo hacia arriba, pero si de verdad queremos ver algún vestigio de su auténtica antigüedad, deberíamos centrar nuestra mirada en la base de los templos, y acaso ni ahí hayemos una sola piedra original. Y además no es tan buena idea, porque si bajas la mirada te encuentras con las fichas del puzle, con todas las piedras que han ido amontonando y que ni el tato sabe ya dónde van. Fijense en las fotos. Hay más pedruscos desperdigados por el suelo que en su lugar original


Con todo debo reconocer que el lugar impone. En parte por su monumentalidad, pero sobre todo por la patina de la historia. Llama la atencíon su grandiosidad, pero sobre todo los detalles, las pequeñas figuras, las decoraciones de los frisos, el esmerado trabajo en los dinteles, los revoques de los techos ( los que quedan, claro), los pequeños rasgos de miniciusidad que se adivinan entre tanto derribo. Y lo que lo hace realmente excepcional es el entorno natural, rodeado de acebuches, pinos, higueras, naranjos, cipreses, laureles y cedros que ayudan a que de verdad uno se pueda hacer una idea de cómo era la vida y el paisaje en Atenas en la muy gloriosa época de Pericles.

Fisionómicamente los griegos, por lo menos los atenienses, podían pasar por compatriotas sin problema. Es difícil encontrar en ellos rasgos que no podemos ver en cualquier lugar de España. Además son ruidosos, les gusta estar en la calle y tiene una comida variada, civilizada y sabrosa. La mayor difrencia se ve en las carreteras. Por ejemplo, para no adelantar en la mayoría de carreteras hay doble raya continua. Yo creo que se han quedado cortos. Y es importante saber que para poder trabajar en Grecia con una moto repartiendo pizzas es imprescindible ser daltónico. Y no digo más.

El final del día nos llevó a Saurio, al templo de Poseidon, donde nos congregamos todos los turistas a fotografiar el atardecer. ¡Es tan bonito de la muerte! Menos mal que después la cena prometía y cumplió las expectativas: el local, el condumio, y el paisanaje. Esto de viajar, empieza a estar francamente bien.

lunes, 28 de marzo de 2016

Del Cantábrico al Egeo

Aún no sé muy bien si todavía me gusta viajar, lo que sí sé es que no me gusta nada desplazarme. Se me pone mal cuerpo, duermo mal, me duele todo y pierdo lo que nunca en realidad llegué a tener: la paciencia. Hoy además el comienzo de nuestro viaje a Grecia salío torcido desde el primer momento. Ayer se me olvidó cambiar la hora del despertador y la mañana fue un puro sobresalto. Levantarse alterado, ducharse a la carrera, desayunar a disgusto y el taxi que nos llevaba a la estación para coger el autobús al aeropuerto llegó de milagro. Cuando llegamos al andén correspondiente, el autobús tenía ya las puertas cerradas y la marcha atrás metida. Por los pelos. Cuando salíamos, un caballero hizo señales al autobús para que parara de nuevo y el autobús se metío de nuevo en el hangar. Al parecer un imbécil se acababa de dejar un móvil olvidado en su taxi. Por cierto, era mi móvil.

No creo que sea un mal viajero. Todo buen viaje empieza con la lectura de algún buen libro y con el estudio detallado de alguna guía. Luego, cuando está uno metido de lleno en el ajo, tengo un buen sentido de la orientación, me organizo bien, suelo tomar las decisiones adecuadas, sé ordenar la prioridades a la hora de abordar los asuntos básicos de intendencia, logística o transporte y no tengo mayor problema para hacerme entender en cualquier sitio y en cualquier idioma de pastiche. Supongo que será una herencia de mis diez años de Boy Scout.

Venir a Grecia es como regresar al útero materno. Aquí está el origen de todo lo que somos. Junto con Roma y la Biblia. No juzgo, constato. Vengo con el prejuicio de que la realidad de la Grecia actual no se corresponde con la de la Magna Grecia pasada. Pero hay que reconocer que el contacto con los aborígenes en un primer momento no puede ser más cordial y satisfactorio, y se agradece, porque resulta un poco chocante caer en un país donde el alfabeto te resulta tan críptico y no entiendes nada. Reconozco también que la culpa no es de los griegos, es de nuestro sistema educativo, que jamás debió de perder un mínimo peso del estudio de las lenguas clásicas en el currículo: por lo que significan, por lo que les debemos, como cuartada para sumergirse en la cultura que nos parió.

A mi me hubiera gustado esta vez haber ido a Austria, pero en realidad eso no sería del todo viajar, es regresar a la que fue mi casa, cuyos paisajes me son queridos y cercanos, donde conservo amigos y afines, cuyo idioma me es suficientemente conocido y donde me muevo con facilidad.  Pero esta vez le tocaba elegir a Campanilla y su elección, poco a poco, ha ido calando.

Libro recomendado: Javier Reverte.  Corazón de Ulises.

viernes, 25 de marzo de 2016

Rara avis


Entre la soberbia y la vergüenza.
Un pastel de bodas en un día de difuntos.
Los huesos de santo están elaborados
con la misma calidad de azúcar,
y sin embargo, su Reino sí está en el mundo adecuado.

Tanta filigrana, tanta apostura
tanta flor glaseada, tanto merengue zul
tanta fruta escarchada,
tanta vanidad colorida y ungida
tan triste en la fiesta equivocada.
Una presencia incómoda en un funeral perpetuo.

Contempla en silencio desde una esquina apartada
cómo los chicos se divierten en el baile.
Ay si vosotros conociérais
el insípido sabor de la altivez desengañada.

miércoles, 23 de marzo de 2016

¡Señor árbitro!


Supongo que de todas los profesiones posibles, una de las que más teme una madre es que su hijo se haga árbitro de fútbol y ver su nombre todos los fines de semana arrastrado por los estadios como inmundicia. Cascarrabias´ Kid es árbitro de rugby en prácticas. Hace dos años nos sorprendió cuando nos mostró su interés por hacer el cursillo pertinente. Por aquel entonces tenía sólo once años. Nos informamos y nos dijeron que aún era muy joven, pero eso ya lo veíamos nosotros. Recurrentemente nos recordaba su interés y un día, al final de la temporada deportiva pasada, le señalamos al secretario de la Federación Asturiana de Rugby en el campo y le animamos a que hablara con él y le preguntara. Y lo hizo. Seguía siendo muy pequeño, pero eso ya lo veíamos nosotros. Este año nos enteramos de la organización del curso de la iniciación al arbitraje y consultamos, seguía siendo demasiado joven, pero lo aceptaron.

El rugby es el deporte más hermoso y divertido de practicar que conozco, pero es a la par un deporte complicado, con más reglas, excepciones y trampas reglamentarias que un juego alemán de cartas, con dos barajas. Las normas básicas son relativamente sencillas, pero los detalles, con tanto contacto físico entre los jugadores, con tantas jugadas que culminan en montoneras, con tantas posibilidades tácticas, son muy enrevesados. Definitivamente no es sencillo ser un buen árbitro de rugby.

 El curso duró dos semanas, varios días, varias horas al día y había que ir con los deberes hechos. Es decir, había que ir con el reglamento sabido y para comprobarlo había que presentar un certificado de la Federación Internacional de Rugby que puede obtener cualquier aficionado por internet, donde se debe superar un test sobre la normativa del juego. En el cursillo se enseñaba lo demás. Acudir al curso fue un sacrificio logístico para la familia y físico para el muchacho, pero la ilusión no conoce fronteras. Fue formal, asiduo y participativo. Y luego llegó el estreno. En los juegos deportivos de la Comunidad Autónoma debía arbitrar un par de partidos de categorías inferiores a la suya, supervisado desde la banda por un arbitro veterano que le daba la indicaciones pertinentes y valoraba posteriormente su labor. Pitó a chavales de la categoría sub10 que, lejos de lo que se puede pensar, no es nada sencillo, o más sencillo que pitar a personas de más edad, incluso adultos.  ¿Por qué? Porque en las categorías inferiores, en las que los muchachos se inician en la práctica de este bello deporte, tan importante como pitar bien es aplicar correctamente la ventaja y, sobre todo, hablar con los chavales y explicarles por qué han cometido infracción. Es decir, son categorias donde la parte didáctica es muy importante y donde es habitual que el arbitro pare el juego, coloque a los jugadores como figurantes por el campo, para explicarles cómo fue el movimiento que acaban de realizar, por qué constituye una infracción y cómo deberían haber actuado para evitarla. Casi nada. Además, como comentó después en casa, el campo es de dimensiones inferiores a uno normal, pero el juego es un correcalles continuo de uno a otro extremo y durante el tiempo de juego no paras de correr campo  arriba y campo abajo.


Un detalle importante. En el rugby se pita la infracción, no se interpreta la intención. La fatalidad forma parte del juego. En el fútbol una mano puede ser intencionada, o una falta, o qué se yo. En el rugby si se te cae la pelota hacia adelante, es avant, aunque se te haya resbalado, o si agarras al contrario por encima de los hombros, te juegas la expulsión, aunque el contrario se haya agachado justo en el momento en que te avalanzabas contra él. La norma es la norma y se sanciona tal cual. Desde mi punto de vista este hecho es una de las grandezas de este deporte y la base más sólida sobre la que se sustenta. Otro detalle importante. En el rugby es muy importante la ventaja. Si un equipo comete una infracción, si el equipo contrario conserva la posesión de la pelota, no se pita la falta mientras el equipo que posé la pelota no la pierda, para darle continuidad al juego. Es decir, la falta jamás puede beneficiar al infractor. Eso de las faltas tácticas no van con este deporte.


Pero la diferencia más radical entre arbitrar un partido de fútbol y uno de rugby es que desde que uno se inicia en el deporte oval, se le enseña que jamás, y jamás es jamás, se discute la decisión de un árbitro. Al árbitro se dirige siempre uno tratándole de señor. Desde el principio, sobre todo cuando los jugadores son más pequeños, los entrenadores son especialmente puntillosos con esos detalles y un jugador ni puede discutir con el arbitro una decisión, ni tampoco puede afearle un error o una jugada a un compañero de su equipo, ni por supuesto del contrario. Quien trasgrede esta norma suele acabar sacado del campo por su propio entrenador. El árbitro es respetado, aunque se equivoque, pero si se equivoca, el malestar se palpa tan bien como en cualquier otro deporte, aunque todos acaten y nadie te diga nada.

Así las cosas tenemos en casa a un ¡ señor árbitro!. Aún es muy pronto para adivinar cómo sabrá este melón, y todavía le falta consagrarse, es decir, vivir un partido donde todo sale torcido, por culpa de las propias decisiones,  y sientes las presion y la animadversion en el rostro de los jugadores, y muy a tu pesar tu siguiente decision es aún más desastrosa e injusta que la anterior, y a pesar del traspies y del dolor por los errores cometidos, eres capaz de reponerte y la vereda que conducía a tu vocacíon no se ve de pronto empañada por una pertinente niebla.



miércoles, 16 de marzo de 2016

El deber cumplido


No me considero una persona especialmente reflexiva, ni mucho menos tiendo a mirarme el ombligo, ese agujero insondable. Tampoco es que sea muy extrovertido, ni despreocupado, ni tarambana. Más bien, como decía ese Confucio televisivo de los luchacos, soy agua, me adapto a los situaciones sin llamar  mucho la atención. Yo soy Biguater.  Un tipo del montón, qué diablos.

Todo esto viene a  colación de que recientemente he vuelto a darme cuenta de otro rasgo contante de mi carácter. Fundamental. Si por fundamentales entendemos los detalles que te mantienen firme sobre la faz de la tierra y sin los que posiblemente seguiría siendo una persona, pero desde luego otra persona, qué se yo: Onfeier; o Laikaviryin, o Blodijel,  o si me apura Jolisit.  Pero no, el destino ha deparado que yo sea un Biguater de libro.

Si no hace mucho descubrí de mi mismo que tengo una necesidad vital de forzar el desenlance natural de los acontecimientos, de buscar tres pies al gato o darle siempre a la realidad sobrevenida una vuelta de tuerca más, recientemente he descubierto que en estos casi cincuenta años de mi vida el sentido del deber ha sido una constante en mi vida. Sé lo que quiero, sé lo que me gusta, busco el placer como cualquiera y me escaqueo como cada hijo de vecino , sin embargo, desde niño he tenido un alto sentido del deber, esto es, he sabido leer como nadie aquellas situaciones en los que la realización de una acción determinada dejaba de ser una opción para convertirse en una obligación.

Lo curioso, o lo que lo hace verdaderamente relevante, desde mi humilde punto de vista - ese otro agujero insondable- , es que creo que estas situaciones no las he vivido como un castigo, o una encrucijada o un dilema inabarcable, sino con una naturalidad incuestionable. Había que hacerlo y punto. Cuantas veces he ido a excursiones, cenas, reuniones visitas, ceromonias, funerales, actos, conciertos, tutorías, exámenes, citas, competiciones, despachos de superiores, iguales o subordinados, donde sabía o creía que ni iba conmigo, ni iba a sacar nada en claro, ni me iban a gustar o divertir, pero que de un modo u otro sabía que debía acudir, sin excusas, ni somatizaciones, ni revoluciones, ni negaciones, ni angustia, ni excepciones, porque por el motivo que fuera: amistad, valor, dignidad, curiosidad, superación, expectativa, hambre, aburrimiento, ansiedad, había que cumplir. Sólo uno mismo es capaz de saber lo que en ocasiones le ha costado sobreponerse a sus miedos, fobias, pánicos, excusas, fantasias, apatías, indiferencias, ascos, prejuicios, para hacer lo que de una manera a veces efímera, a veces frágil, a veces superficial la conciencia  dictaba como el mismísimo don Deber.

Y me gusta. Me gusta que haya sido así. Y espero que siga siendo así. Y he puesto mucho empeño para que mis hijos sientan en la piel ese  pellizco primitivo y sigan a esa estrella con la convicción de sus Majestades los Magos del Oriente: sin excusas, ni somatizaciones, ni revoluciones, ni negaciones, ni angustia, ni excepciones.

Y hacerlo , cumplir como un paisano, sé ahora que de alguna manera ha sido y es importante para mi.



viernes, 19 de febrero de 2016

El eco y la razón

Cómo averiguarlo ahora
En qué momento la luz
capituló,
se encerró en si misma y palideció.
El alborozo es un rostro ajado
y asaeteado por el uso.


Por más que escarbo en la memoria
no se atisban ni mentiras
con que tirar del hilo.
Estamos en los mismísimos brazos de la conjetura.


Desde aquí no se ve ya el fondo.
La piedra sigue cayendo sin fin.
Hacia adelante.
Cincuenta soldaditos desfilan a lo lejos
Ya vienen. Eins, Zwei, Eins, Zwei.

Todavía algún día se escuchan
a duras penas
los groseros grumos de lodo
abriéndose camino por la cañerías.
Se agarran en el pensamiento
y flirtean con los presagios.

A la aristocracia se le está quedando cara de boba
Aquí se ha cometido un crimen.
¡El más abominable de todos!
Las estrellas flotan en el lago
sin rumbo. Hechas jirones.
Se idolatran los reflejos.

Te sorprendería
Lo duro que se ha vuelto mi corazón.
Podrías romperte los dedos con solo rozarlo.

martes, 19 de enero de 2016

¡Sorpresas te da la vida, ay sí!



Pensamos que nos conocemos a nosotros mismos pero en realizad somos polillas de noche girando alrededor de una farola, dando vueltas  siempre a las mismas ideas, viendo las mismas sombras, la misma penumbra, viendo los mismos objetos alumbrados por la luz, vuelta tras vuelta, acercándonos o alejándonos, sin abandonar la seguridad que nos proporciona la farola. Así es. No nos pensamos, alimentamos nuestras obsesiones, las cercamos. ¿ Como explicar si no que cercano a cumplir el medio siglo, cuando uno está ya de vuelta de todo y ha rendido definitivamente la plaza , y sólo se esfuerza por buscar el mejor acomodo a sus propias capitulaciones, haya descubierto por azar un rasgo definiorio de mi personalidad?

He descubierto que en mi relación con el resto del universo siempre necesito dar a las cosas una vuelta de tuerca más. No me satisface el curso normal de los acontecimientos, las soluciones lógicas que se concatenan con tenaz racionalidad, implacablemente podríamos decir; siempre que puedo necesito forzar las situaciones un poco más, poner en cuestión a mis interlocutores, no por desacato, ni por rebeldía, ni por sedición, si no por curiosidad o por el placer de sentir la adrenalina contaminando la sangre. No son grandes gestos, ni grandes dilemas, ni enrevesadas paradojas, ni son deliberados, son actos sencillos, inadvertidos, pero continuos, repetitivos, una constante.

El equilibrio se concentra en un punto, en un solo punto, pero necesito saber cómo de grande es ese punto, necesito aplicar un vector para ver si al punto era demasiado pequeño y la piedra cae. A veces gano, a veces pierdo. Y no hay placer ni frustración por el resultado, lo importante, como decía el poeta, no es Ítaca, es recorrer el camino.

Curioso, ¿no?