miércoles, 19 de diciembre de 2012

Jacques el Fatalista



En los arbores de la Revolución Francesa un grupo excelso de personajes de lo más heterogéneo, bajo la tutela de Denis Diderot y Jean D´Añambert, se confabularon para compilar una enciclopedia, la primera de la historia, L'Encyclopédie ou Dictionnaire raisonné des sciences, des arts et des métier, que recogiese todo el saber humano hasta la fecha, poniendo en solfa los dogmatismos de la época, porque tan importante como compilar, era cuestionarse las verdades inmutables y heredadas con sentido crítico.

Diderot es asimismo el autor de la novela "Jackes el Fatalista". Estoy seguro que, siendo aun muy niño, Cascarrabias´Kid debió tropezar con la libreria del salón de casa y golpearse de frente contra el lomo del ejemplar citado. Cascarrabias´Kid lleva el fatalismo hasta sus últimas consecuencias. Más que fatalista, es derrotista crónico. Su inseguridad se manifiesta poniéndose siempre en lo peor. Y lo peor en su caso no tiene límite.Qué derroche de fantasía. Supongo que será un mecanismo de defensa y una manera de estar en el mundo. Pero en ocasiones es difícil de sobrellevar. El fatalismo le enciende la imaginación y le ciega el sentido, se retroalimenta y, en esos momentos, cualquier palabra, cualquier intento de convencerle de otros posibles interpretaciones de la realidad es inútil y contraproducente, más leña en los fogones del derrotismo. Lo sé, bien que lo sé y, sin embargo, ¡ me cuesta tanto callar la boca!

Afortunadamente, apurado el cáliz de la amargura hasta el final, agotadas todas las catástrofes que se concatenan en los actos más inocentes, las aguas vuelven a su cauce, dócil, lentamente; luego resetea y apenas unas horas más tarde ni se acuerda de que acababa de invocar  con la fuerza de un chamán a todos los jinetes del apocalipsis. Y nos deja a los demás el mal sabor de boca, como cuando éramos niños y nos metíamos una pila cargada en la boca.

jueves, 13 de diciembre de 2012

INVICTUS Y III










Al parecer es falso que Mandela le entregara al capitán, Francois Pienaar el poema INVICTUS para motivarlo, aunque sí es cierto que Mandela conoció el poema durante su cautiverio, que lo apreciaba y le consolaba en las horas bajas. Mandela lo que le entregó fue un discurso del Presidente de los Estados Unidos, Theodore Roosevelt, conocido como “the man in the sand”, que había sido leido en La Sorbona de París el 23 de abril de 1910, cuyo fragmento más notable reproducimos aquí.

“ No importan las criticas; ni aquellos que muestran las carencias de los hombres, o en qué ocasiones aquellos que hicieron algo podrían haberlo hecho mejor. El reconocimiento pertenece a los hombres que se encuentran en la arena, con los rostros manchados de polvo,  sudor y sangre; aquellos que perseveran con valentía; aquellos que yerran, que dan un traspié tras otro, ya que no hay ninguna victoria sin tropiezo, esfuerzo sin error ni defecto. Aquellos que realmente se empeñan en lograr su cometido; quienes conocen el entusiasmo, la devoción; aquellos que se entregan a una noble causa; quienes en el mejor de los casos encuentran al final el triunfo inherente al logro grandioso; y que en el peor de los casos, al menos caerán con la frente bien en alto, de manera que en su lugar jamás estará entre aquellos almas que, frías y tímidas, no conocen ni la victoria ni el fracaso”:

El milagro sudafricano no hubiera sido posible sin un líder como Nelson Mandela, capaz de perdonar, entender y supeditar sus intereses a la construcción de un bien superior. Pero sería injusto no reconocer el protagonismo de otras muchas personas que, como Mandela, guardaron su odio, su miedo y sus prejuicios para lograr el bien común: la reconciliación

Uno de esos hombres, entre muchos otros, fue el general Constand Viljoen, el antagonista de Mandela.

El señor Viljoen era un miembro señero del pueblo Volk, un heredero de los Boer- granjeros de origen holandés- que en el siglo XIX habían colonizado el sur del continente africano a sangre y fuego, en guerra con las casacas rojas del imperio británico y las tribus africanas. Los Boers habían creado un estado dentro del estado. Por una parte la minoría blanca, que ostentaba el poder, el dinero y las armas; y por otra la mayoría negra, que vivía sometida en todos los aspectos de su vida a la minoría blanca. Los Boers tenían su propio idioma – el afrikáner -, sus propias ciudades, dominaban la economía y el gobierno y vivían totalmente de espaldas a la mayoría social del país. Las leyes del Apartheid no sólo segregaban a los negros, implícitamente impedían el contacto de los blancos con sus criados, con su mano de obra, con esos que vivían en ghetos y alborotaban su paz y pitaban a su equipo de rugby – los Springbooks- cuando jugaban con cualquier otra nación extranjera. 

El general Viljoen, como tantos otros afrikaners, había sido educado en esa cultura en que los hombres negros o eran invisibles o eran molestos, en ningún caso hombres. El general Viljoen había sido un militar destacado dentro del engranaje represivo del régimen del apartheid. Por eso vivió con especial intranquilidad la traición de los Presidentes Botha y De Klerc que liberaron a Mandela y permitieron que se celebrase una cita electoral donde el sufragio sería universal de verdad, incluyendo a la población negra.



 El tiempo desde la liberación de Mandela y la celebración de las elecciones fueron especialmente convulsos y difíciles. Había altercados, hubo asesinatos de destacados dirigente políticos, intentos de golpe de estado. Los jóvenes negros más radicalizados solían entonar en toda ocasión su consigna “¡ Matad al Boer!, ¡ matad al granjero!” La derecha más recalcitrante veía en el general Viljoen, ya retirado, un líder, un mesías, al hombre que volvería a poner las cosas en su sitio. Viljoen asumió ese rol y tenía los medios, el conocimiento, el dinero, la organización y las armas para tumbar de un plumazo el esperanzador proceso democrático sudáfricano. Una oportuna reunión propiciada por el propio Mandela en el domicilio del general logró que los peores presagios no se cumplieran. El magnetismo de Mandela logró abrir una brecha en la dura personalidad, en el disco duro, en la educación, la cultura, los prejuicios más acendrados del general. En contacto con Mandela Viljoen conoció acaso por primera vez en su vida la presencia del otro y, con ello, también por primera vez, valoró la posibilidad de estar equivocado, de que el mundo, tal y como lo había conocido hasta entonces, podía no ser el correcto o, sobre todo, el único posible. 

La historia sin duda la escriben también hombres como él , capaces de enterrar los prejuicios más profundos, espantando a manotazos las voces increpantes de sus propios correligionarios, alzándose sobre ellos para instruirles, a su pesar, en un nuevo concepto de vida, de cultura y de país.

Libro recomendado: John Carlin “ El factor humano” Seix Barral . 2009

Gracias y reconocimento a Campanilla por cederme una historia tan fantástica y toda la bibliografía.

lunes, 3 de diciembre de 2012

INVICTUS II


En la película que da título a estas líneas se nos cuenta que Mandela, para motivar al equipo de rugby de Sudáfrica, el día antes de un partido decisivo de la Copa del Mundo, le entrega en mano al capitán del equipo un poema que, dice, le acompañó durante sus 27 años en prisión, en los momentos difíciles, estimulándole para seguir adelante y que no desfalleciera el ánimo. El poema que le entrega se titula, como la película “Invictus” y su autor es el poeta inglés William Ernest Henley que aparece en la foto.

La historia de Henley no tiene desperdicio. Padeció de tuberculosis en su infancia y por los efectos de esta enfermedad a los 12 años se sometió a la amputación de una pierna, de la rodilla para abajo. En 1875, cuando escribió el poema, estaba en la cama de un hospital, pendiente de que los médicos decidieran o no, a sus veintiocho años, amputarle la otra pierna.

Con una sola pierna, dicen los que lo conocieron que su personalidad era arrolladora y su sentido del humor no tenía parangón.”Sus amigos lo recuerdan como un hombretón, brillante, inteligente, con una barba rojiza y una risa contagiosa, colgado de su muleta”. No me digan que no parece un personaje de lo más literario. Un pirata de novela, por ejemplo. Con su barba roja, su carcajada y su pata de palo. Porque eso es exactamente lo que sucedió. Robert Louis Stvenson, el autor de “La Isla del Tesoro”, confesó que se inspiró en la imagen de su buen amigo William Henley para crear el personaje de John Silver “el Largo”. Sólo por esto el bueno de William se merece un hueco de privilegio en el Pabellón de los Personajes Ilustres, porque las personas verdaderamente grandes, acaso no sean las que hacen sombra con el tamaño de su personalidad, sino los que invitan a soñar.

Toda su vida estuvo condicionada por su precaria salud y pasó largas temporadas en el hospital, sin derrumbarse ni perder el buen humor. Cuando se planteó la posibilidad de amputarle la segunda pierna, cayó en mano del cirujano Joseph Lister, médico que pasará a la historia por ser uno de los primeros en esterilizar los instrumentos con ácido fénico y utilizar guantes limpios estériles. A lo mejor el doctor Lister era un cirujano pésimo, pero seguro que con sus medidas profilácticas, salvo más vidas y evitó más infecciones que los cien mejores cirujanos de su època. El doctor Lister, para más abundamiento, dio nombre a un enjuague bucal por todos conocidos, el “listerine” nombrado así en su honor. Por cierto, le salvó la otra pierna, aunque no mejoró en el resto de sus días sus zozobras y su precaria salud.

Es eso todo. No. Aún hay más. La hija de Henley era la niña que cuando quería decir “friendly” pronunciaba “Fwendy” y que  inspiró el personaje de Wendy en el libro “Peter Pan” de, J. M. Barrie. Hay personas, que por algún motivo, irradian buenas vibraciones y pueden inspirar a toda un época, y el señor Henley debía ser uno de ellos.

Cuando uno conoce la vida y las circunstancias del señor Henley y lee su poema es imposible no admirar la poderosa semilla de lo humano que alimentamos en nuestro interior.


El poema “Invictus” publicado en el año 1903 en el libro “In Hospital”, dice así:

INVICTUS

Out of the night that covers me
Black as the Pit from pole to pole
I thank whatever gods may be
For my unconquerable soul.

In the fell clutch of circumstance
I have not winced nor cried aloud.
Under the bludgeonings of chance
My head is bloody, but unbowed.

Beyond this place of wrath and tears
Looms but the horror of the shade;
And yet the menace of the years
Finds, and shall find me, unafraid.

It matters not how strait the gate,
How charged with punishments the scroll,
I am the master of my fate;
I am the captain of my soul.

(En español)

Más allá de la noche que me envuelve
Negra como un pozo abominable
Doy gracias a los dioses que pudieran existir
Por mi alma inconquistable.

En las azarosas garras de las circunstancias
Nunca me he lamentado ni llorado en voz alta.
Sometido a los golpes del destino
Mi cabeza está ensangrentada, mas jamás me he postrado.

Más allá de este lugar de cólera y lágrimas
Donde yace el horror y la sombra,
La amenaza de los años,
Me encuentra y me encontrará sin albergar temor.

No importa cuán estrecho sea el camino,
Cuán cargada de castigos la condena,
Soy el amo de mi destino
Soy el capitán de mi alma.

William Ernest Henley murío a los  53 años, con una sola pierna, y estoy seguro, con la sonrisa intacta."¡Jo, jo, jo, la botella de rón!"