lunes, 3 de diciembre de 2012

INVICTUS II


En la película que da título a estas líneas se nos cuenta que Mandela, para motivar al equipo de rugby de Sudáfrica, el día antes de un partido decisivo de la Copa del Mundo, le entrega en mano al capitán del equipo un poema que, dice, le acompañó durante sus 27 años en prisión, en los momentos difíciles, estimulándole para seguir adelante y que no desfalleciera el ánimo. El poema que le entrega se titula, como la película “Invictus” y su autor es el poeta inglés William Ernest Henley que aparece en la foto.

La historia de Henley no tiene desperdicio. Padeció de tuberculosis en su infancia y por los efectos de esta enfermedad a los 12 años se sometió a la amputación de una pierna, de la rodilla para abajo. En 1875, cuando escribió el poema, estaba en la cama de un hospital, pendiente de que los médicos decidieran o no, a sus veintiocho años, amputarle la otra pierna.

Con una sola pierna, dicen los que lo conocieron que su personalidad era arrolladora y su sentido del humor no tenía parangón.”Sus amigos lo recuerdan como un hombretón, brillante, inteligente, con una barba rojiza y una risa contagiosa, colgado de su muleta”. No me digan que no parece un personaje de lo más literario. Un pirata de novela, por ejemplo. Con su barba roja, su carcajada y su pata de palo. Porque eso es exactamente lo que sucedió. Robert Louis Stvenson, el autor de “La Isla del Tesoro”, confesó que se inspiró en la imagen de su buen amigo William Henley para crear el personaje de John Silver “el Largo”. Sólo por esto el bueno de William se merece un hueco de privilegio en el Pabellón de los Personajes Ilustres, porque las personas verdaderamente grandes, acaso no sean las que hacen sombra con el tamaño de su personalidad, sino los que invitan a soñar.

Toda su vida estuvo condicionada por su precaria salud y pasó largas temporadas en el hospital, sin derrumbarse ni perder el buen humor. Cuando se planteó la posibilidad de amputarle la segunda pierna, cayó en mano del cirujano Joseph Lister, médico que pasará a la historia por ser uno de los primeros en esterilizar los instrumentos con ácido fénico y utilizar guantes limpios estériles. A lo mejor el doctor Lister era un cirujano pésimo, pero seguro que con sus medidas profilácticas, salvo más vidas y evitó más infecciones que los cien mejores cirujanos de su època. El doctor Lister, para más abundamiento, dio nombre a un enjuague bucal por todos conocidos, el “listerine” nombrado así en su honor. Por cierto, le salvó la otra pierna, aunque no mejoró en el resto de sus días sus zozobras y su precaria salud.

Es eso todo. No. Aún hay más. La hija de Henley era la niña que cuando quería decir “friendly” pronunciaba “Fwendy” y que  inspiró el personaje de Wendy en el libro “Peter Pan” de, J. M. Barrie. Hay personas, que por algún motivo, irradian buenas vibraciones y pueden inspirar a toda un época, y el señor Henley debía ser uno de ellos.

Cuando uno conoce la vida y las circunstancias del señor Henley y lee su poema es imposible no admirar la poderosa semilla de lo humano que alimentamos en nuestro interior.


El poema “Invictus” publicado en el año 1903 en el libro “In Hospital”, dice así:

INVICTUS

Out of the night that covers me
Black as the Pit from pole to pole
I thank whatever gods may be
For my unconquerable soul.

In the fell clutch of circumstance
I have not winced nor cried aloud.
Under the bludgeonings of chance
My head is bloody, but unbowed.

Beyond this place of wrath and tears
Looms but the horror of the shade;
And yet the menace of the years
Finds, and shall find me, unafraid.

It matters not how strait the gate,
How charged with punishments the scroll,
I am the master of my fate;
I am the captain of my soul.

(En español)

Más allá de la noche que me envuelve
Negra como un pozo abominable
Doy gracias a los dioses que pudieran existir
Por mi alma inconquistable.

En las azarosas garras de las circunstancias
Nunca me he lamentado ni llorado en voz alta.
Sometido a los golpes del destino
Mi cabeza está ensangrentada, mas jamás me he postrado.

Más allá de este lugar de cólera y lágrimas
Donde yace el horror y la sombra,
La amenaza de los años,
Me encuentra y me encontrará sin albergar temor.

No importa cuán estrecho sea el camino,
Cuán cargada de castigos la condena,
Soy el amo de mi destino
Soy el capitán de mi alma.

William Ernest Henley murío a los  53 años, con una sola pierna, y estoy seguro, con la sonrisa intacta."¡Jo, jo, jo, la botella de rón!"

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