miércoles, 30 de diciembre de 2015

EL BLUES DE LAS RODILLAS ( machacadas)



Cascarrabias´Kid ha sido precoz para muchas cosas. O por lo menos el primero de la familia en hacer ciertas cosas a la edad que le tocaba. En lo bueno y en lo malo. En la salud y en la enfermedad. En los estudios... ha  traido el primer cate. El año pasado era de preveer que con el cambio del colegio al instituto lo acusara, pero aunque tonteo con la catástrofe, salió airoso. Por lo pelos, pero libró el curso y fue de menos a más. Espero que en éste le vaya igual o mejor, porque el comienzo es objetivamente malo. Suspenso en matemáticas y suficiente en ciencias.

El problema de Cascarrabias´Kid es que siempre ha vivido de las rentas. Le iba bien con la ley del mínimo esfuerzo. Iba a clase, atendía, se aplicaba y le cuadraban las cosas. Ahora que ha subido el nivel tiene un problema gordo: no tiene el hábito del estudio. Ni se esfuerza, ni se concentra.

Ahí es un fiera el otro, el Agente Naranja. Es listo, ni más ni menos que el hermano, pero le cunde el tiempo que dedica a las cosas. Cuando juega, juega; cuando duerme, duerme; cuando vaguea, vaguea:; cuando toca la trompeta, nos atrona y cuando estudia, le cunde. Si no se malogra, le irá bien en la vida, porque parece que sabe perfectamente de qué va esto de la vida... por lo menos en los aspectos organizativos. El mayor cuando juega, discute; cuando duerme, no para quieto; cuando toca el clarinete, se queja, y cuando estudia, se resiste, negocia, protesta, compara, reta y te busca las cosquillas. Será jardinero. Domina los esquejes. "Es que"

Al final optamos por ser padres originales y le vamos a enviar a clases de refuerzo. Ni Campanilla ni yo eludimos nuestras responsabilidas, ni trasladamos el muerto a otro. Sencillamente lo que necesita Cascarrabias´Kid no es entender las matemáticas, es afianzar unos hábitos de trabajo, de constancia y de concentración que ni yo no Campanilla seríamos capaces de lograrlo sin armar cada día un dos de mayo. En lo tocante a orden y disciplinas nuestras relaciones son explosivas, revolucionadas y revolucionarias. El abismo generacional es insalvable y el paterno/filial intratable.


Hemos tenido, en fin,  un comienzo de fiestas complicado. Pero no todo van a ser riñas, disputas y calamidades. Hay tiempo para todo y este domingo pasado fuimos de excursión a Peña Mea: una de las excursiones más hermosas que he hecho nunca, en parte por el tiempo primaveral, el cielo despejado, el horizonte al alcance de la mano, la  buena compañía, el paisaje y el tentempié. Lo malo, a esta edad que nos ha tocado sobrellevar,- y me refiero a mi mismo- , son las bajadas. Largas, terribles, escarpadas y pronunciadas. De ahí el título del post. Pura dolor. Pura melancolía. Tristeza en estado puro. Oh Yeah!


lunes, 14 de diciembre de 2015

Victoria absoluta ( o el día que el guisante derrotó al macarrón)



Siempre he defendido que el Agente Naranja no comía mal, sino que tenía un horario diferente, y el tiempo ha venido a darme la razón. Ahora ya come a la vez que el resto de la familia y encima caliente. Sigue siendo un tiquismiquis. Por ejemplo no le gustan las salsas. Toma la pasta a pelo. O la ensalada sin aliñar, pero los avances en materia alimenticia han sido significativos.

En el último año se venían observando ciertos cambios de tendencia pero este fin de semana las pruebas han sido incontestables. Había preparado macarrones con berberechos ( ¡le encantan los berberechos al muy jodio!) y sobraba una ración de guisantes que había que terminar. Para mi sorpresa, cuando la ofrecí, convencido que los dos hermanos iban a elegir la pasta El Agente Naranja prefirió el plato de guisantes. Voy a repetirlo, por si alguien piensa que ha leído mal. ¡A un chaval de once años le dan a elejir entre guisantes y pasta con berberechos y elije los guisantes! Me paseé por la cocina hinchado como un pavo, repartiendo entre el respetable miradas de soberbia y altanería. Ahora sé perfectamente cómo se siente un domador de pulgas la primera vez que consigue que un insecto atraviese el aro de fuego. Por fin se veía recompensada toda mi perseverancia en materia nutricional familiar. Cuidadín.

Ese mismo día por la noche había parrochas, que no hace mucho tiempo era uno de los platos habituales que comía tarde, mal y frío. Es decir, por obligación primero, y un poco más recientemente tras ardua negocación:
 -Cómete ocho.
 -No cinco.
-Nueve y ni una más.
-Vale, ocho.
....
- ¿Me perdonas una?
Y cuando vio que el ritmo de su hermano y el mío despachando parrochas amenazaba con acabarlas  (normalmente se sirven todas en un solo plato  y cada uno va cogiendo de una en una y dejando la raspa en otro plato), se quejó y nos pidío que:
- Por lo menos dejarme esas que quedan.
Campanilla no daba crécito y el pavo volvió a sacar la cola a pasear por la cocina. ¡Glugluglú!

No hace mucho - dos o tres semanas-, que estaba preperando unas hamburguesas para cenar, que él suele comer con pan, carne y sanseacabó, me pidió que le pusiera lechuga. ¡ Una hoja de lechuga! ¡ Y tomate, pidió también una rodaja de tomate! Y no puso mala cara cuando vio que el pan había sido pasado por la sartén con un poco de mantequilla para que estuviera más jugoso. Me puse tan nervioso que me quedó la carne cruda, a medio hacer. No fuera a ser que si le daba tiempo a pensar, se arrepintiese.

Todavía queda mucho camino por recorrer y todo se andará, pero sé que no está ya lejano el día en que eche mayonesa a las ensaladas de pasta, o aprecie una buena tostada con mermelada para desayunar o que pueda compartir con ellos una buena tabla de quesos asturianos: olorosos, intensos, cremosos, ¡ pura delicia!