miércoles, 3 de diciembre de 2008

Recuperar la calle


Si me lees y rondas los cuarenta recordarás que casi toda tu infancia discurrió en plena calle, acompañado de los chicos del barrio, formando una abigarrada pandilla donde los mayores cuidaban de los pequeños y los pequeños descubrían el mundo y sus crueles maldades de la mano de los grandullones.
La casa propia era un refugio muy poco socorrido. donde a penas se iba a comer y a dormir. El resto del tiempo era calle, calle y más calle. Bicicletas, patines, peonzas, canicas, fútbol, petardos, peleas y llantos; bocadillos de nocilla, cromos, balines, la goma, la comba, muñecas, chuches, tabas y pistolas de restallones. En fin, la pura arcadia.
¿ Que levante la mano el primer padre en una gran ciudad - o no tan grande- que permita a su hijo bajar a la calle sin vigilancia? No nos damos cuenta del espacio que, por miedo, les estamos robando a nuestros hijos. Luego nos quejamos de los caseros que son, de que están todo el día delante de la play o de la tele, o los atiborramos de actividades extraescolares. Nada de todo eso sustituye la grandeza de la calle: ese paraiso perdido que muchos de nosotros conocimos.
Yo no me resigno.
Creo que podemos hacer algo para restituir a nuestros hijos ese espacio de ocio y socialización indiscutible que es la calle.
Sería tan sencillo como articular a través de las Asociaciones de Padres de Alumnos de los colegios un espacio de la ciudad donde dos o tres días a la semana, a unas horas determinadas, se concentraran los niños de uno o de varios colegios con la única finalidad de estar juntos y jugar. Acudir no sería en modo alguno una obligación, pero sí una referencia donde los padres supiéramos que esos días, a esas horas, en esa plaza o en ese parque, habrá otros niños, de su escuela o de otras, donde nuestros hijos pueden compartir, jugar, reñir, crecer, socializar.
Sería también una oportunidad para conocer mejor nuestro entorno, porque se pueden elegir diferentes lugares de la ciudad.
En la era de internet organizar algo así no sería tan difícil y creo sinceramente que se lo debemos a nuestros hijos.
¡ Menos clases de ballet y más peonzas!
Lectura recomendada: Álvaro Pombo, " El descubrimiento del Eterno Femenino. ( Contado por su Majestad el Rey)."

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