domingo, 29 de noviembre de 2009

6 segundos





El otro día se celebró la Cumbre Mundial sobre la Seguridad Alimentaria organizada por la FAO. A tenor de este evento escuché una entrevista en la radio con el Director General de la FAO, un extranjero que hablaba un español diáfano y elaborado que ya quisiera Belén Esteban, y venía a denunciar que en el mundo muere de hambre un niño cada seis segundos
1
2
3
4
5
6
Han pasado seis segundos. Descanse en paz.

Es posible que tras los seis segundos se esconda tan sólo un titular de prensa y que los datos que lo sustentan sean una pura exageración. No nos desviemos. Con una sola persona que se muera de hambre es ya una tragedia.
Pensadlo. Morir de hambre. Como un naufrago privado de todo retorciéndose de dolor y sufrimiento. O como una rana en una olla cuya agua se va calentando poco a poco. Morir con el estómago vacío y las entrañas sangrando. Una muerta lenta y extenuante, débil y minado por la enfermedad.

Decía el director de la FAO que en el año 2005 se había elaborado un programa internacional para reducir a la mitad el número de los 800 millones de seres humanos que pasan hambre. El año límite era el 2015. Bien. En el año 2009 no sólo no se había logrado reducir ese número, sino que nos acercamos a los 1000 millones de personas que pasan hambre.

Las cifras son muy muy gruesas, pero detrás de esos 1000 millones de personas hay una persona con un nombre, un raza, un género, una nacionalidad, una aspiración personal. Manuel, Carmen, Mohamed. Ponedle vosotros el nombre que queráis.

La población actual mundial se acerca a los 9000 millones de habitantes. Casi el 10% de la población pasa hambre en el año 2009.

Se quejaba el director de la FAO que el hambre en el mundo es un problema que es eterniza porque no hay voluntad política de solucionarlo y daba cómo ejemplo la actitud de todos los gobiernos del primer mundo para salvar el sistema financiero cuando hace un año los bancos amenazaban con la banca rota. Todos los gobiernos ante una catástrofe de esa magnitud fueron capaces de ponerse de acuerdo y insuflar millones y millones de euros para salvaguardar la estabilidad del sistema. Si la lucha contra el hambre fuera una prioridad, con mucho menos dinero, se podía dar una solución a un problema estructural en manos de iglesias y organizaciones no gubernamentales.

Los números son muy gruesos, tan gruesos que como individuos no sentimos abrumados, tan abrumados que no nos sentimos responsables de la solución. Qué puedo hacer yo, pobrecito de mi, para saciar el hambre de 1000 millones de individuos, si todos los gobiernos, las FAO, la UNO, la Iglesia, Manos Unidad ,etc ,etc, no pueden hacer nada con todos los medios de que disponen. Qué fácil es que el problema sea tan grande y no podamos hacer nada.

Yo soy de los que creo en el Efecto Mariposa, de los que cree que “ el aleteo de las alas de una mariposa pueden provocar un Tsunami al otro lado del mundo", que nuestras acciones tienen un efecto en algún lado aunque no siempre lo veamos o seamos conscientes de ello, que muchos gestos pequeños conforman un gran gesto y que cada uno de nosotros, como ciudadanos individuales, podemos hacer mucho en nuestra vida cotidiana para modificar las condiciones generales, ciertas reglas del juego.

Como ciudadanos individuales podemos elegir nuestros hábitos alimenticios, nuestros hábitos de consumo, nuestros hábitos financieros, nuestros hábitos de ocio, etc. Porque no es lo mismo consumir verdura que carne, o economizar que derrochar, o comprar en la tienda del barrio que en las grandes superficies, o invertir en un banco que en otro, o comprar los productos de una empresa que los de otra, o votar a un partido que a otro, o hablar que callar, o pagar impuestos que no pagarlos. Pensadlo y veréis que es mucho lo que podemos hacer, sólo con poner un poco de atención.

El hambre no se soluciona con limosnas ni con conciertos beneficos, se combate con actitudes y políticas firmes y correctamente financiadas.

No hay comentarios: