martes, 12 de febrero de 2008

España 2008. Tercer y último capítulo


Y hasta aquí hemos llegado. A un país con una democracia moderna, próspera y liberal, que es la envidia de los países de nuestro entorno y que sigue perdiendo tiempo y energías en luchas sinsentido por disputas que encienden la sangre, turban la razón y que en la mayoría de las ocasiones ni inciden en una mayor bienestar ni conducen a ninguna parte.
La organización terrotorial del estado es el frente abierto más sangrante. España se divide en 17 comunidades autónomos con 17 estatutos de gobierno diferentes y que se desarrollan y evolucionan a 17 velocidades diferentes. Unas autonomías se encuentran a gusto dentro del traje constitucional y otras no encuentran su talla ni yendo al sastre. Unas emplean la lengua autóctona como un arma arrojadiza, otras lamentan la asimetría en el desarrollo, otras claman por la inversión solidaria, otras alimentan en su seno el monstruo del terrerorismo, etc. Nadie está contento ni con lo suyo ni con lo de su vecino y, a pesar de todo, ¡ España es un país que sigue progresando!
Podía ser un país mejor, algunos preferirían una república en lugar de una monarquía, otros preferirían un estado laico en lugar de un estado aconfesional descaradamente católico, y la mayoría preferirían que se pudieran atar los perros con longanizas sin dar palo al agua, pero en líneas generales es un buen país para vivir, para formar un familia o no, educar a los hijos, o adoptarlos, un país agradable para trabajar, invertir, disfrutar y envejecer. Gozamos de un sistema de derechos y libertades de los más avanzados del mundo, un sistema jurídico eficaz y garantista y unas insituciones sólidas y funcionales.
No es el mejor país del mundo, pero es el mío.

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