miércoles, 13 de mayo de 2009

Hooligans




¡ Gran espectáculo!, ¡ la cumbre balompédica! ¡ Colosal partido de fútbol!

Ayer se jugó la final del Estado de la Nación entre el Atletico Zapatero contra el Racing de Rajoy. Un gran ambiente reinaba en el hemiciclo, las hinchadas de ambos equipos se emplearon con pasión desbordada, no tanto animando a su propio equipo como abucheando las jugadas, los pases, los dribblings y los tropiezos - que también los hubo-, del equipo contrario. La afición estaba, como se suele decir, entregada.

El partido fue bronco. Mucho juego corto, mucha falta. Los dos equipos se olvidaron del balón y trataban de engatusar a la grada. El Atlético Zapatero sabía que llegaba a la final exhausto, ni el equipo, ni el ambiente, ni la forma física jugaban a su favor y planteó un partido de salida al despiste, aprovechando el factor sorpresa, como si se pudiera pensar que el fútbol se juega con pelotas cuadradas. Con su ingenio trató de descolocar al contrincante, de sorprenderle, de sacarle de su querencia, el atlético Zapatero buscó más el dribbling que el pase.

El Racing de Rajoy iba a lo suyo desde que el arbitro pitó el comienzo del partido. Salió a jugar con orejeras. Le daba igual que hiciera sol o que lloviera, que el contrincante tirara los balones por arriba o por abajo. Su planteamiento de salida fue el marcaje al hombre, el pase corto, la falta ( hubo golpes bajos, entradas por la espalda y plantillazos) con el único fin de cortar el juego continuamente, de tratar de encerrar al adversario en su propia área. "Qué no se nos vayan crudos", debieron pensar, pero se les fue la mano, por mucho que los vítores de su afición secundaran su estrategia.

Como siempre sucede en estos casos, perdió el fútbol. Otra final para el olvido. Otra oportunidad perdida.

Que bueno sería que surgiera en esta liga algún equipo capaz de plantar cara a la hegemonia de estos dos clubes que hace tiempo que han olvidado totalmente cuales son las bases del fútbol, sus normas más elementales y la belleza y utilidad de su finalidad. Los verdaderos aficionados no nos merecemos las malas artes de estos dos equipos, que sólo están preocupados por contentar a su hinchada y menospreciar a la contraria. Juegan al fútbol sin pelota y casi casi, sin porteria, sin objetivos, por el puro gusto de dar patadas y ver retorcerse al adversario de dolor.

Qué ha pasado con la deportividad.
Entre todos la mataron y ella sola se murió.

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