sábado, 30 de noviembre de 2013

Derechos, libertades y otras liviandades


En este país sin saberlo hemos tenido muchos motivos para sentirnos orgullosos. La transición española instauró un sistema político con un gran margen para el disfrute de las libertades civiles y aunque se pudiera pensar que un sistema que aspiraba a denominarse democrático era lo normal, lo cierto es que ahora que vemos que todas las costumbres y vicisitudes que considerábamos normales y que han empezado a estar en tela de juicio, la educación, la sanidad, la vivienda, el trabajo, por nombrar cuatro, nos debemos dar cuenta que en esta país de excesos y estridencias hemos sido unos privilegiados, por gozar de esas libertades y por el buen uso que hemos hecho de ellas.

Ayer el Consejo de Ministros ha decidido poner coto también a nuestro sistema de libertades públicas, al derecho de reunión, de queja, de disidencia, de protesta, de oposición cívica. Nos quieren amordazar. Sólo espero que en el proceso que media entre las aviesas intenciones de nuestro anacrónico Ministro del Interior y la letra final de la ley, impere el sentido común.

Que por qué tenemos motivos para sentirnos orgullosos. Porque esté país ha vivido décadas bajo la presión de una sangrienta y poderosa organización terrorista y a pesar de todo las instituciones de este país, que es como decir nuestro políticos, tuvieron el suficiente sentido común como para no emplear el argumento de la seguridad para recortar nuestras libertades, porque nuestros medios de comunicación no cargaron las tintas para meternos a todos el miedo en el cuerpo ni para presionar al legislativo para que las cosas fueran de una manera diferente a como en realidad fueron. Alguien podrá argumentar que si los GAL o si el señor X, pero yo no pretendo defender que todo haya sido idílico, sólo digo que en otro país, con el mismo problema de terrorismo y a la misma escala, a la mejor las cosas no hubieran sido como fueron en nuestro país. Porque en nuestro país, no nos olvidemos, en ningún momento se fomentó ni la venganza, ni la revancha, las declaraciones de nuestros políticos sólo hablaban de la aplicación de las leyes para los asesinos, de la convivencia pacífica y de la paz, a nadie se le pasó por la cabeza meternos el miedo en el cuerpo y ni un sólo atentado cambio una agenda ni tuvo la más mínima repercusión en la vida cotidiana de los ciudadanos. Era un problema gordo, pero la vida seguía su curso. Para mi eso es haber sido unos privilegiados, sobre todo viendo cómo están  cambiando las cosas.

Miren lo que pasó en Los EEUU a raíz del 11-S y comparendo con la reacción de nuestras instituciones, que es como decir de nuestros políticos, con nuestro 11-M. Al otro lado del charco se instaló la paranoia, el país entró en pánico y el señor Bush instauró un régimen de pavor, donde las libertades cívicas estaban supeditadas a la seguridad de no se sabe muy bien qué o quién: Guantánamo, la Guerra de Irak, la vulneración sistemática y sin control judicial de las comunicaciones, que es como decir de nuestra privacidad, en fin, que un atentado terrorista fue la excusa perfecta para poner el país patas arriba. Sinceramente me quedo con el modelo español de afrontar el horror.

En los últimos cuatro años las calles de nuestro país se han llenado de gente que protesta: el movimiento 15-M, la plataforma antideshaucios, los mineros, los escraches, rodea al congreso, la marea blanca, la marea verde, en fin ,vivir en el centro de Madrid debe ser cualquier cosa menos aburrido. Y al Gobierno de la Nación se le han inflado las pelotas y han decidido acabar con todo eso. " Teníamos un problema y lo hemos resuelto", ¿recuerdan?. Se hace una ley ad hoc y como tenemos mayoría absoluto que vayan comprando vaselina.

Alguno puede pensar que es ahora precisamente ahora, cuando nuestro mundo se tambalea, cuando de verdad tenemos necesidad de hacer uso de la libertad de asociación y de reunión, de poder ir delante del Congreso a protestar y de presionar a nuestros políticos para que tomen conciencia de la magnitud de la tragedia, es ahora cuando la única salida que nos queda es protestar, cuando necesitamos hacernos visible en la calle, es ahora cuando nuestras instituciones, que es como decir nuestros políticos, deben tener aquello que se llamaba altura de miras, y paciencia, y aguante y empatía y compasión.

No lo hagan. Se arrepentirán.

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