lunes, 9 de diciembre de 2013

Cuándo se come aquí?

La historia tiene un movimiento circular, siempre acaba volviendo.  En mi tierna adolescencia me abrí al mundo de la música y de las artes de la mano de Siniestro Total. Qué mejor grupo para tan solemne iniciación. Me sabía sus canciones de memoria y mis libretas y cuadernos de instituto recogían sus profundas y atinadas sentencias filosóficas y su exquisita estética punk. Tampoco me perdía ninguno de sus conciertos. No puedo decir que escuchara sus discos, porque yo era más de cinta de cromo, de las que se rebobinaban con el boli, pero las cintas, que las tenía todas, las escuchaba hasta que se deshilachaban. Aún conservo muchas de ellas, pero ahora la dificultad reside en encontrar el aparato tecnológico adecuado para poder volver a escucharlas. En esto el tiempo y la historia también son circulares: cuando había vinilos yo no tenía dinero para un tocadiscos y ahora que quiero escuchar las cintas magnetofónicas no tengo magnetófono. Han pasado los años y me he recuperado del trauma: entre los regalos de boda había un tocadiscos y años más tarde, por mi cumpleaños, mi amigo Bili tuvo el tino de regalarme el vinilo que tantas tardes de gloria y alegría nos brindó. Aún es el día de hoy, cuando consigo quedarme sólo en casa que doy rienda suelta a la nostalgia y lo pincho a un volumen nada razonable.

Pero no era de esto de lo que quería hablar, o también. Porque, sarcasmos de la historia, la frase que da título al long play y que tan feliz me hizo en el pasado, se ha convertido en una frase recurrente en mi vida, pero con unas connotaciones radicalmente opuestas, vamos, una pesadilla. Para mis hijos empiezo a convertirme en ese que suele estar en la cocina y me tienen sometido a un tercer grado insoportable. No han entrado por la puerta y ya lo están preguntando, o se meten en la cocina y husmean entre mis tarteras, o preguntan por el menú, o critican su confección, o rechazan su contenido, o me apremian para que lo termine. ¡ Ante todo, mucha calma!, me defiendo, pero ellos erre que erre. Cualquier día bailarán sobre mi tumba.

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