sábado, 19 de abril de 2014

El puente



Mira, aquellos son los hombres que se afanan,
eligiendo lo más sólidos sillares
para afianzar las pilastras,
rematando las dovelas con elaboradas filigranas,
proyectando el tamaño de la luz de manera injustificada,
engreídos porque su obra no cede
a la fuerza de las corrientes
que algún día pudieran fluir bajo su arco.

Aquello son los hombres que se afanan
en eregir puentes entre el vacío y la nada.

A un lado prados yermos,
al otro, abrojos, zarzas y espinos.
Los más hermosos ojos no están a salvo de la ceguera.
Ni un sitio al que ir.
Ni un lugar del que volver.
Simplemente tesón y belleza sobre la nada.

Mira, aquellos son los hombres que dilapidan su esfuerzo
con tanta generosidad,
con tanto celo,
con tanto orgullo,
como falta de criterio.

Elaborados planos, magníficos materiales,
titánicos esfuerzos, costosos labrados,
estimados canteros, dilatados proyectos
para entretener el tiempo,
esperando que la magnitud de su obra les justifique
o les redima,
añorando una lluvia terca
que justifique el desproporcionado tamaño de sus ojos.

Los otros, primero pisan las ortigas, 
se adentran en la maleza,
vadean sobre piedras,
levantan la cabeza,
se calzan los pies.

Los otros primero buscan el camino,
dan un primer paso.

 Saben adónde van.

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