viernes, 2 de mayo de 2014

El monstruo de las galletas


Cuando yo era guaje había en la tele un personaje muy simpático que se llamaba Coco y que era conocido como el monstruo de las galletas. Lo que jamás me hubiera podido imaginar que yo iba a tener dos de esos monstruos en casa en estos momentos. Se comen todas las semanas mínimo un paquete de galletas, y eso con restricciones, es decir, que no les dejamos ni con mucho zamparse todas las que quisieran.

Para desayunar tienen que tomar primero sí  o sí sus tostas con miel o mermelada y luego, si les queda espacio, las galletas. Les queda siempre. Y no poco. He intentado introducir infructuosamente las piezas de fruta en el desayuno, pero como mucho toman un zumito y sanseacabó. A veces toman cereales con la leche, pero sólo toman los que les gustan. Con las galletas sin embargo no discriman: les gustan todas las marcas. Mira que yo me esfuerzo en traer del mercado las más perroneras que encuentro. Da igual. Se las jalán. Es abrir un paquete y como si tuviera una fuga: desaparece el contenido sin prisa pero sin pausa.

A su edad yo también comía galletas. Ahora ni las pruebo. No me dicen nada. Entiendo que el gusto por las galletas tiene un componenete hormonal: a medida que crecen los niños, cambia el gusto y cosas que siendo niño encuentras singularmente sabrosas, luego dejan de parecerlo, y otras, como el queso o el vino, por ejemplo, que de niño pueden resultan sumamente desagradables al paladar, acaban siendo consideradas verdaderas "delikatessen".

Hacerse mayor tiene otro componente hormonal inquietante. A medida que pierden el gusto por el dulce de las galletas, se les agría el carácter. ¡Mi madre, y de qué manera! Adquieren las peores maneras de los adultos: el silencio explosivo y taciturno, el colmillo retorcido, el rencor pendienciero, el hieratismo injurioso, el codo colonizador, el insulto velado, el ultraje gravoso, el fútil desprecio, la conspirativa mirada.

Arcadia fugit in aeternum!. Felicitas subito colapsa!

Además de que las galletas son más baratas que el queso y el vino y tantos alimentos propios de la edad adulta y a pesar de la rabia que me da ver como se embuten de esas pequeñas bombas de comida basura, que vivan las reminiscencias de la infancia durante muchos muchos años.

Algunas pérdidas no tienen vuelta atrás.

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