miércoles, 23 de diciembre de 2009

Soneto con estrambote



Estoy leyendo estos días una novela de Marío Vargas Llosa muy entretenida: "Las travesuras de la niña mala". La prosa del peruano es exótica, brillante, divertida.

Leyéndola me vino a la cabeza la desconcertante idea de que una persona como Don Miguel de Cervantes, uno de los padres más insignes de la lengua castellana, con toda probabilidad no entendería la mayor parte del texto que tengo entre manos, a pesar de estar escrito en su mismo idioma y poder reconocer todas una cada una de las palabras.

Puede parecer una gilipollez y tal vez lo sea, pero la idea me resultó inquietante. Cualquier ciudadano actual con un mínimo de formación tiene acceso a cualquier texto español del siglo de oro ( ¿ verdad que sí?), pero dudo que los autores clásicos entendieran la mayoría de las novelas, de los periódicos o de los programas de radio o televisión que se leen y escuchan cada día.

Y en el caso de la novela mencionada, su presunta incomprensión no tiene nada que ver con que el texto esté trufado de anglicismos y americanismos, que lo está, o por el tono coloquial de alguno de sus pasajes, o por la dispersión geográfica, o por los sobrentendidos y las elipsis, sino porque quizás a los largo de estos cuatrocientos años el diccionario se ha venido plagando de acepciones diabólicas y porque las realizades narradas están en algunos casos muy alejadas de las de aquel siglo... los tonos de voz, los matices, el humor, las ironías, el erotismo, la pura realidad reflejada con sus objetos de ciencia ficción, la tecnología, la cotidianeidad de oficina y discotecas, la moral inaprensible de nuestra época... En fin, que se iban a correr una juerga. Ni siquiera "El Tesoro de la Lengua Castellana" de Sebastián de Covarrubias le iba a sacar del apuro. Lo dicho, vivir para ver.

AL TÚMULO DEL REY FELIPE II EN SEVILLA (Miguel de Cervantes)

Voto a Dios que me espanta esta grandeza
y que diera un doblón por describilla,
porque ¿a quién no sorprende y maravilla
esta máquina insigne, esta riqueza?

Por Jesucristo vivo, cada pieza
vale más de un millón, y que es mancilla
que esto no dure un siglo, ¡oh gran Sevilla,
Roma triunfante en ánimo y nobleza!

Apostaré que el ánima del muerto
por gozar este sitio hoy ha dejado
la gloria donde vive eternamente.

Esto oyó un valentón y dijo: "Es cierto
cuanto dice voacé, seor soldado,
Y el que dijere lo contrario, miente."

Y luego, incontinente,
caló el chapeo, requirió la espada
miró al soslayo, fuese y no hubo nada.

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