domingo, 24 de enero de 2010

Bocanegra, Bocanegra



Cascarrabia´s Kid y el Agente Naranja se han estrenado ayer como figurantes de Opera en el Teatro Campoamor de Oviedo. Cuando en clase de música nos comentaron la posibilidad de que participaran los muchachos ni imaginábamos cómo se iba a alterar el apacible ritmo familiar las siguientes tres semanas. Pensábamos que el acontecimiento sería una nueva experiencia para ellos, pero lo cierto es que ha sido una prueba de fuego para la paciencia de los padres.

Porque los figurantes en la ópera se dedican esencialmente a esperar. En toda la función actúan en dos ocasiones, un minuto; al principio del primer acto y en el desarrollo del tercer acto. La ópera se llama Simón Bocanegra, de Verdi, Ópera con prólogo y tres actos, que dura unas dos horas y media, incluidos los veinte minutos de descanso. Afortunadamente no es una de las óperas más extensas.

Durantes tres semanas debes estar localizable para que te convoquen a ensayar, los ensayos son siempre a partir de las 19:00 ó 20:00 y en alguna ocasión, uno de los ensayos previos con los cantantes en sábado, se nos convocó a las 16:00 y salimos casi a las 23:00. Los primeros ensayos duraban veinte o treinta minutos y todavía tenían el encanto de lo nuevo. Pero el primer día entre semana que el ensayo se prolongó varías horas, el Agente Naranja al llegar acasa agotado ( se había quedado dormido entre bambalinas) nos pedía tirar la toalla. No somos unos padres torturadores y tampoco estábamos muy felices con el nuevo cariz de los acontecimientos, pero tuvimos que hacerles saber que habían adquirido un compromiso, del que todos debíamos aprender, que tendría sus cosas buenas y sus cosas malas, pero que ya no podíamos renunciar. En las siguientes sesiones de ensayo tanto los padres de los otros niños como nosotros acudíamos al teatro con todos los juegos de mesa que teníamos por casa para que la espera fuera lo más llevadera para los mocosos. Ustedes no saben lo que es jugar 700 partidas de parchis en tres semanas. Cierro los ojos y oigo el dado golpeando el cubilete.

No toda la experiencia ha sido mala. Hemos tenido ocasión de ver de primera mano cómo se articula un montaje de ópera, cómo se van fraguando día a día, poco a poco los cuadros, las escenas, las entradas y las salidas de los actuantes, la cantidad de gente y medios que se mueven: técnicos, sastrería, peluquería, maquillaje, coros, musicos, cantantes y figurantes. Es un puro milagro, algo sorprendente. Hemos tenido ocasión de ver a la diva que se queja de que le duelen los zapatos y exige actuar descalza, al protagonista que se queda dormido y llega con más de una hora de retraso al teatro ( a los cien que habíamos llegado puntuales a la convocatoria nos hizo una gracia enorme), al director de escena tratando de explicar a cada uno lo que debe hacer en cada escena y por qué, a qué sentimiento o momento del desarrollo corresponde ese ensayo y por qué es necesario hacerlo de determinada manera que exprese o muestre un sentimiento, una actitud; hemos visto repetir la misma escena una y otra vez porque un gárrulo tenía que quedarse debajo de un foco y se quedaba uno o dos metros fuera, etc. En fin, que en ese sentido la experiencia a sido única y fascinante.

Un detalle que llama la atencion. Los figurantes y en general todos los que actúan, no tienen una idea global de la obra. Conocen su parte, las escenas en la que actúan pero el resto les suena a chino. Los padres tuvimos ocasión de ver la obra completa porque pudimos acudir el estreno general de la obra, pero los muchachos tienen un vaguísima idea de la historia y del drama que se desarrolla en el escenario mientras jugamos al parchís en el camerino.

Los días de función son los mejores. Por lo menos sabes que entras a las 19:30 y que a las 22:45 estás en casa. En el coche vuelven cantando. "Bocanegra, Bocanegra", los acordes exactos previos a su salida a escena. Todavía nos quedan tres funciones.

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