martes, 9 de marzo de 2010

No lo entiendo



La Reina de Saba es la típica habitante de la luna. Está ahí arriba con su paisaje lunar, su polvo lunar, sus cráteres, su cara oculta, sus vistas al planeta azul, esa oscuridad tan acogedora, el silencio sideral, la soledad monacal, su huella de astronauta... tan ricamente... y de pronto, zás, te sueltan en la tierra y pasa como cuando llegas a New York y dices "yo esto ya lo he visto en alguna peli": te suena todo, pero no conoces nada. Sólo que en este caso Nueva York es, como decirlo, el pasillo de tu casa. En fin, que la desorientación es absoluta.

Porque la desorientación es la palabra que mejor define a la Reina de Saba. La luna, su luna, es cada vez más oscura, silenciosa y solitaria y, sin embargo, se ve obligada a vivir en un territorio tenuemente familiar, pero hostil: la ciudad, la calle, el tráfico, los vecinos... Lo cotidiano se llena de tics y se aferra a ellos como a certezas inmutables y necesarias...: hay que ver cómo trabajan esos chinos, abren hasta los domingos... qué salada está la comida...no enciendas la luz, se ve de sobra..., baja el volumen, está altísimo... qué día es hoy, ¿lunes?... dónde puse ... ya me siento yo atrás con los niños... no lo entiendo...no partas todo el pan, si no lo vas a comer...cómo me duele está rodilla... claro que lo sé, ¿ qué crees que soy tonta?...Déjalo ya... mira, otro negocio que cierra... qué pena me dan, ¿ venderán algo esos muchachos?... hay comida de sobra...me quedo yo a cuidarlos.

Los ventanales con vistas a la vida se van volviendo cada día más angostos y oscuros...

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