miércoles, 28 de marzo de 2012

El practicante



Anoche leyendo un libro salió a relucir la figura del practicante. Ahora suena a posguerra por lo menos, pero antes en los pueblos era habitual esa figura no reconocida oficialmente del enfermero público que se dedicaba sobre todo a ir de casa en casa poniéndo inyecciones a los parroquianos

Recordé que mi padre solía tener una caja con un jeringa de cristal, bastante pesada en mi recuerdo, con los decilitros bien marcados en tinta negra y dos agujas hipodérmicas. No tengo ni idea de qué habrá sido de esas jeringuillas, pero me imagino que a los ojos de un usuario de hoy daría pánico enfrentarse a semenjante punzón.

Mi padre aprendió a pinchar durante la guerra. Había ido de voluntario, muy joven y le habían destinado con las ambulancias. Mi recuerdo es ver la jeringuilla y las agujas en agua hirviendo en una tartera antes de cada uso y la caja donde se guardaban, del tamaño de un bote de champú, may gastada, con la caja blanca y la tapa verde. Me imagino que mi padre debió ganarse algunas pesetas poniendo alguna inyección a algún vecino del pueblo. Le llamaban, cogía su caja, se llegaba a la casa del vecino, pedía una tartera con agua para hervir el equipo y mientras tanto le ponían unos trozos de chorizo y un vaso de vino y charlaban de esto o aquello. Si las cosas eran así, no lo sé. Es sólo una posibilidad.

Este es uno de los motivos de este blog. Cuando mi padre murió yo era muy joven y su recuerdo y el conocimiento que tengo de mi padre está lleno de lagunas y preguntas sin pronunciar. Cuando él murió yo era tan joven que en realidad no me relacionaba con él, sino con su reflejo, con la idea más o menos idealizada que se puede tener de un padre, de una persona a la que ves todos los vídas, que está ahí y que por ese mismo hecho de ser algo cotidiano e inavitable, no juzgas. ¿ quién era mi padre? , ¿ cuáles eran sus motivaciones más profundas?, ¿cómo se comportaba ante la desolación y la dificultad?, ¿ era feliz?, ¿ vivía en paz con su alma? En realidad no tengo ni idea y muchas veces he querido saber y tampoco me he atrevido a preguntar a terceros o lo he considerado inútil. Los muertos suelen ser intocables.

No tengo la más mínima intención de palmarla por lo menos hasta que me jubile pero cuando los chicos crezcan, quiero que sepan cómo era su padre, como se entregó en la tarea de educarles, lo bien que lo pasamos juntos y cómo les quiso. Este blog deja ese testimonio. Es el mejor patrimonio que creo que les puedo dejar. Y que tengan en estas líneas la respuesta a muchas preguntas, si no a todas, a las necesarias.

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