lunes, 22 de octubre de 2012

Nacimiento a la belleza

" He oído el cuco por primera vez este año. Su canto es, como siempre, de una soberana dulzura en estas mañana de primavera, algo que realmente merece anotarse como los cronistas de Corte anotaban los hechos más importantes y fastuosos. Hoy no hace falta leer el períodico, ni casi ninguna otra cosa."

José Jiménez Lozano, Los cuadernos de letra pequeña. Editorial Pre-Textos.



Naci tarde a la belleza. De hecho pienso que aún estoy en los mismos pañales. El mundo físico, cuando era niño, era algo que estaba ahi y molestaba. Ni sentía el sol, ni la lluvia. El campo, la montaña, la playa era una fuente de problemas, de manchas, de verdín, de arena, de charcos, de piedras y pedradas, de cercas con pinchos, de cristales rotos, de hortigas y zarzas, eran campos de fútbol improvisados, eran canchas de juego del tamaño apropiado, el hábitat de los animales que perseguía o me asustaban. Los arbustos eran los adosados de los pájaros. Si descubríamos el nido, estaban jodidos. Había dos tipos de árboles, los que daban frutos y los que sólo se podían trepar. Mi relación con la naturaleza era casi táctil: jamás vi nada más allá de mis narices y sólo me interesaba lo que estaba suficientemente cerca para dejarme alguna mancha en la ropa o postilla en el cuerpo. Con los años ha llegado a sorprenderme tanta ceguera. O no. A lo mejor por eso mismo ahora mismo disfruto tanto tantas cosas pequeñas, inasibles, efímeras y escurridizas.

Cascarrabias´ Kid, en eso no salió a su padre. El otro día vino de un torneo deportivo en otra ciudad diferente de la nuestra. Le fuimos a recoger al autobús y en el coche, de vuelta a casa, quisimos que nos contara cómo lo había pasado. Sólo se sacamos monosílabos y hastío. No insitimos más. Cuando llegábamos a casa, salió de su mutismo y nos hizo un comentario sorprendente: " en esa ciudad caía una lluvia muy fina. Nunca había visto una lluvia tan pequeña". Su alma, que duda cabe, estaba transfiguraba. En otra ocasión la sólida y cierta silueta de una montaña al atardecer le sugirió un comentario de sorpresa.

Se empieza así, advirtiendo los precisos cambios en el tamaño de una borrasca y se acaba distinguiendo todos el espectro de matices en el olor de la piel de la persona que amas o la exacta densidad de su piel bajo tu tacto.

Bienaventurados los que alguna vez han sido capaces de percibir el canto del cuco, porque ellos conocen la verdadera esencia de la belleza.

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