sábado, 8 de septiembre de 2007

De ranas y hombres

Desde los atentados de las Torres Gemelas de Nueva Cork proliferan las noticias en las que los gobiernos se dotan de poderes especiales para espiar, controlar las comunicaciones privadas entre los ciudadanos: pinchar teléfonos, rastrear IPs, registrar correos electrónicos, etc. Todo ello sin la más mínima garantía judicial y con la manida excusa de la seguridad.

La última joya viene de Alemania. El Gobierno alemán tenía un plan bastante elaborado para enviar correo “spam” a mansalva y sembrar de “troyanos” los ordenadores de todos sus contribuyentes. ¡ Si Ulises levantara la cabeza!

Uno de los principales valores de la Democracia es la libertad absoluta del ciudadano y las garantías judiciales de que esa libertad de pensamiento, palabra o acción sólo se verá coartada bajo la estricta tutela del poder judicial, responsable de velar por el correcto cumplimiento de las leyes que nos hemos dotado como miembros de la sociedad. Si perdemos esa libertad, a qué se reduce la Democracia

La Democracia no se limita exclusivamente al ejercicio del sufragio, sino que es un conjunto de valores que garantizan la libertad del individuo, propician la convivencia entre los ciudadanos y que se ratifica y se renueva mediante del derecho al voto. Mediante el derecho al voto los ciudadanos eligen un gobierno y le otorgan la confianza entre otras razones para que vele por la pureza y el ejercicio de los valores de la Democracia.

Hoy más que nunca debemos ser conscientes de que nuestra Libertad con mayúsculas, no es ni una gracia concedida a los vasallos ni un bien escaso que se nos deba tasar y administrar según sople el viento. Es un valor fundamental, un derecho irrenunciable en el sistema político que nos hemos otorgado.

Los grandes partidos plantean el debate político enfrentando Libertad versus Seguridad. Es un falso dilema pues no son incomplatibles. Bien lo sabemos en España tras treinta años de lucha antiterrorista. Pero si lo fueran, renunciar a la libertad, nos hundiría en el fango del totalitarismo.

Cuando metes una rana en agua hirviendo. Salta. Cuando metes una rana en agua fría y le pones fuego debajo, se cuece sin luchar. Nosotros estamos sobre ese fuego y nos comportamos como ranas.

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