sábado, 1 de septiembre de 2007

Prensa, abusos, libertad.

El mundo de los medios de comunicación anda últimamente bastante revuelto. Los grandes grupos empresariales salen al mercado y adquieren grupos más pequeños o no tanto. Recientemente el señor Murdoch ha adquirido el mítico Wall Street Journal y abonados de toda-la-vida se han dado de baja como símbolo de protesta; en Italia se ha criticado durísimamente la posición política de Silvio Berlusconi y el hecho de que la mayoría de la cadenas de televisión privadas de Italia fueran de su propiedad- también las públicas estaban bajo su influencia y tutela desde el mismo momento que fue elegido y nombrado presidente del Gobierno de Italia- , o en España hay quien afirma que el grupo Prisa se ha beneficiado de prebendas gubernamentales para convertirse en uno gigante de la comunicación y un esbirro del poder ( no dicen nada sin embargo y por ejemplo de los medios adscritos a la editorial Planeta).

En fin, se asegura que la concentración de medios en manos de unos pocos es pésimo. Se afirma que los monopolios, en un sector tan sensible para la salud pública y democrática de una sociedad, es especialmente pernicioso e inconveniente. Pero, ¿ por qué?

Porque la información es poder y quien controla la información controla el poder, lo influye, lo coarta, lo coacciona, lo chantajea, lo manipula, lo orienta o lo administra, llámenlo como quieran.

Esta situación no es nueva, ni mucho menos. En Las Ilusiones Pérdidas de Honore de Balzac, novela ambientada en los orígenes de la prensa moderna, salen ya a colación todas las miserias y corruptelas a las que puede dar lugar el periodismo: las luchas de poder, la información (mal)intencionada, lo omisión, la hipérbole, la falsedad. En los gobiernos totalitarios, la primera labor del gobernante de turno es controlar la que se dice, se escribe y se publica. La censura es la más afilada arma de control social en manos de un gobernante. No deja de ser encomieble entonces la actitud del Gobierno español actual creando mecanismos que salvaguarden la independencia de la Radio Televisión estatal del poder político. Ojalá tenga éxito.

La censura en las sociedades democráticas es más sutil, pero no menos eficiente. Se basa en el ruido, porque más información no significa necesariamente mejor información o información de calidad. Mucha información es sinónimo de ruido. No nos engañemos. De toda la información que recibimos a diario, muy poca es relevante o necesaria o interesante. De los asuntos verdaderamente importantes rara vez nos enteramos o nos enteramos tarde o cuando nos enteramos nos negamos a aceptarlo.

Qué es información. Quién decide lo que es información. En aras de la cacareada pluralidad nos bombardean un día sí y otro también con declaraciones peregrinas de dirigentes políticos y gobernantes criticándose unos a otros, insultándose, contestándose, luciéndose. Pero qué nos dicen en realidad, cuál es su propuesta más allá del exabrupto y la crítica. Con la excusa de la pluralidad en realidad se nos está hurtando el verdadero debate, la esencia de la contienda política y se sustituye por eso, por la imagen y el verbo afilado. Los políticos ocupan una cuota de pantalla abusiva. No se la merecen. En la mayoría de los casos se crean debates falsos y artificiales disfrazados de otra cosa.

Insisto, quién decide que esto sea información. A qué intereses responde que en la pantalla o en la portada de determinado periódico aparezca determinado prócer diciendo esto o lo otro. Y al día siguiente también y al siguiente y al siguiente, lo mismo. ¿ Hablan del precio del pan, del recibo de la luz, del servicio de recogidas de basura, de la educación pública de calidad? Rara vez. Hablan de estatutos, del IPC, del PIB, del patinazo del adversario, de la inversión, de los agravios, en resumen, del tamaño de su ego y de su propia perpetuación.

El problema no es que hagan esto, si no que los medios de comunicación les hagan el juego, se hagan eco y nos bombardeen a diario con la misma gaita. Lo dicho, no se lo merecen, no es justo, no es necesario.

No hay más información, no hay mejor información; sólo hay más ruido.

¿Tiene solución la situación actual?, ¿ una mayor pluralidad mejoraría la calidad de la información o aumentaría el ruido? ¿ Es un problema de independencia?, ¿ está la prensa induscutiblemente conchabada con el poder político?

Es difícil de decir. De lo que no cabe duda es de que su poder como creadores de opinión es incuestionable y que dejar que esta influencia esté en manos de unos pocos, a saber. Murdoch, Berlusconi y dos o tres más, le pone a uno los pelos de punta. Por eso es necesario, sano y democrático, crear normas políticas que impidan los monopolios, las concentraciones de medios, del mismo modo que se evita con las compañías eléctricas o petrolíferas o de cualquier otra índole. Otras cosas será quién le ponga el cascabel al gato, porque cuando un político le trata de echar mano a un medio de comunicación, se echa todo el mundo las manos a la cabeza y se sacan a relucir capciosamente el derecho a la libertad de prensa y se tambalean los pilares de la democracia.

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