jueves, 23 de diciembre de 2010

Salario



Trabajo en una oficina. Bueno, en realidad, como diría Cortázar, es la oficina la que me trabaja a mi y está haciendo un trabajo fantástico: con esto de la crisis me está dejando irreconocible. Por razones que no viene al caso, estas navidades nos pidieron echar una mano en los almacenes para poder sacar a tiempo unos pedidos. El trabajo en el almacén es duro y hace bastante frío. Hacerlo una vez al año tiene su encanto, es entretenido y te relacionas con compañeros con los que normalmente no lo haces y en un contexto de camaradería y distensión. Yo me llevé a los chicos.

El día anterior en casa les expliqué vagamente en qué consistiría el trabajo y pactamos un sueldo: dos euros y un pequeño regalo. Les pareció bien. Madrugamos, nos abrigamos bien y fuimos a trabajar. Era sábado por la mañana. A la gente le sorprendió verme llegar con los chicos y más de uno debió pensar que iban a ser más un estorbo que una ayuda. Desde el primer claro dejé claro que no. Nos asignaron una tarea y nos pusimos los tres a ello a buen ritmo y sin descanso. Una hora más tarde Cascarrabias´Kid ya había desfallecido. Media hora más tarde ya había un conato de rebelión.

A media mañana nos invitaron a todos a un pincho. Mientras duraba la pausa Cascarrabias´ Kid expuso que para el frío que hacía y lo cansado que era el trabajo, dos euros de sueldo era poco. Reconozco que yo mismo estaba sorprendido de su entrega y que en un primer momento había calculado que nos quedaríamos sólo una o dos horas trabajando y que luego les devolvería a casa. Le di la razón y le pedi que valorará el mismo cuál debía ser el sueldo justo según su opinión. Los ojos le hacían chiribitas y su hermano contenía la respiración. " Tres euros", aventuró. Joer con el sindicalista. Pedía un aumento del 50 % en las condiciones del Convenío Colectivo. La verdad es que se lo merecían y acepté. Tras la pausa reanudaron la labor con renovadas fuerzas.

Acabaron derrengados.

La experiencia tuvo muchas lecturas y todas positivas. Ellos no lo saben pero se ganaron el respeto de mis compañeros. Un respeto sincero. Experimientaron en carne propia lo que significa trabajar, lo que hacen su padre y su madre todos los días para poder irnos luego en verano de vacaciones. Escucharon con espanto que hay niños de su edad que hacen eso mismo todos los días, de lunes a domingo, por menos dinero del que ellos ganaron, para poder alimanterse. No es lo msimo que te lo cuenten, a que te lo cuenten despues de una mañana tan dura. Les conté que no todos los trabajos no son igual de penosos y que cuanto más estudia uno, mejor es su entorno de trabajo y, sobre todo, más posibilidades tienen de elegir.

Por cierto, el Agente Naranja no se quejó en ningún momento y se afanó con alegría y sin queja, sin desfallecer. Hubiera repetido si le hubiera dejado, sin la necesidad de la recompensa, por el puro placer del esfuerzo y de la compañía

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