domingo, 23 de septiembre de 2012

Iluminaciones

 " Ycuando digo ayudar no me refiero a tener atenciones como servir mermelada de cereza o prestar dinero. Ayudar (...) significa dar una parte de ti mismo a alguien que la acepta por voluntad propia y reconoce que esté muy necesitado de ella.
 Y es por ello (...) que rara vez podemos ayudar nadie; no sabemos qué parte de nosotros dar o si no debemos dar ninguna. Y, en muchas ocasiones, la parte que se necesita el otro no la quiere. Más frecuente aún es que nosotros no tengamos la parte que el otro necesita, como la tienda de piezas de repuesto que hay en el pueblo: siempre te dicen que lo que buscas se ha terminado.
Norman Maclean; El Río de la Vida. Libros del Asteroide.

El verano de Cacarrabias´Kid ha sido difícil. O quizás no tanto o no sólo el verano. Yo creo que ha sido dífícil y largo. Cacarrabias´Kid siempre ha necesitado medirse con su hermano para entenderse a si mismo. Su existencia está en relación con la posición que ocupa su hermano en el mundo. No órbita con su hermano sino en contra de él. Cascarrabias´Kid sufre. Su hermano siempre recibe más, tiene más, se le riñe menos, se le catiga menos, se le consiente más. Es un percepción absolutamente falsa o, por lo menos, discutible en todos sus términos, pero no cabe duda de que mientras él lo perciba así, no hay nada que hacer. Es su verdad y punto. Una verdad que le hace sufrir y le convierte en un infeliz. Campanilla y yo le hemos explicado siempre que él es él y el otro es el otro, que ni se les da ni se les exije lo mismo, porque son diferentes, pero que a los dos se le da y se le exije en función de sus necesidades y de sus capacidades. Ni más, ni menos. A ninguno se le da más que al otro, lo que no significa que se les deba dar lo mismo a los dos. Alguna vez, con ejemplos concretos, en caliente, entre en razón, pero este verano ni con esas. La saña con su hermano, la irracionalidad, la agresividad, el rencor alcanzo grados preocupantes.

En el fondo Cascarrabias´Kid adora y necesita a su hermano, incluso cuando más le chincha, por eso sufre tanto. Los altercados entre ellos han sido continuos y violentos. Con motivo o sin él. Sobre todo, sin él. Y los jueces, con muy poco fortuna y mucha bronca, nos las hemos visto y deseado para que las aguas volvieran a su cauce.

- Efectivamante te castigamos a tí. No vamos a castigar a tu hermano por cosas que tú has hecho.

- Ya, pero es que me pegó

- Sí, porque tú has estado incordiándole hasta que se le han cruzado los cables.

Y a partir de ahí la discusión iba "in crescendo".

El otro día regresábamos a casa los cuatro en autobús de noche. Iban los dos sentado en el peldaño de la puerta de salida medio dormidos. Cacarrabias´Kid de repente le soltó una patada a su hermano. El otro se quejó.

- Es que siempre me está chinchando. Al parecer el Agente Naranja había movido levemente el pie y le había rozado. Cascarrabias´Kid insistía, insistía, se encendía sólo y focalizaba toda la agresividad sobre su hermano que estaba medio dormido y que tiene la virtud de no reparar en su hermano cuando se pone como un energúmeno. Sus enfados al final nos pringan a todos, a su hermano, a su madre, a mi, al autobusero y al planeta entero. ¡ Hasta el infinito y más allá! Cuando llegamos a la parada nos quedaba aún un buen paseo de doce o quince minutos hasta casa. Él y yo tardamos más de una hora en recorrerlo. Primero se adelantó al grupo quince o veinte metros con los brazos cruzados, avanzando a grandes pasos, mirando de reojo nuestra posición. Luego se escondió y le adelantamos. Era viernes, era tarde, el día había sido largo, yo estaba cansado, pero pasase lo que pasase había decidido no enfadarme ni enfrentarme. Cuando le adelantamos, me paré en la esquina de la calle hasta que salió de su escondite. Sin decirle ni so ni arre me quedé a esperarle. Campanilla y el Agente continuaron camino a casa. La espera fue larga. Nos separaban veinte o treinte metros y una avenida en un cruce. Yo ocupaba una esquina, él, con sus diez años, estaba sentado en el zócalo de un comercio, enfrente de mi, ligeramente oculto, con los brazos cruzados, retroalimentando su furia y su frustración. La gente pasaba y se le quedaba mirando. Algunos hicieron además amago de acercarse a hablar con él. Algunos, antes de hacerlo, me vieron en la otra esquina y entendieron la situación. Pasaba el tiempo. Mi intranquilidad iba en aumento. De noche no siempre pasean los ciudadanos más ejemplares. Cuando se cansó, se acercó. Reanudé el paso, pero si yo me paraba, él se paraba. Hasta que me adelantó corriendo y continuó corriendo hasta que llegó a casa. Cuando yo llegue, unos cinco minutos más tarde, el Agente Narnaja cenaba un vaso de leche y Campanilla preparaba otro para el díscolo.

- Cacarribias´no cena. Dije. ( Creo que hasta campanilla esta sorprendida de que aún no le hubera pegado un buen bufido a nuestro primogénito)

Cascarribias´Kid estaba dispuesto a quedarse en la cocina hasta que le diéramos la cena, me hizo saber trufando su discurso de quejas y amenazas.

- Hoy ya no, hijo, mañana será otro día. Ahora vete a la cama.

Practicamente no volvi a abrir la boca ni a reaccionar a sus provocaciones continuas. Apagué la luz de la cocina y me quedé sentando con él a oscuras hasta que le venciera el sueño. Campanilla y el Agente Naranaja hacía un buen rato que estaban en la cama, Cascarribias´Kid de vez en cuando me recordaba que no iba a subir a la cama o me echaba en cara que en todo el tiempo que estuvimos a oscuras en la cocina, casi dos horas, no me dignaba a hablar con él. La noche estaba preciosa, pero yo me moría de sueño y él, poco a poco también. La nohe era fantástica, pero yo por dentro me estaba pudriendo de rabia. Cuando le sentí suficientemente maduro, le recordé la posibilidad de irse a la cama. Nunca mi voz sonó más tranquila.

- Es tarde, hijo, dame la mano y vamos a la cama.

Como Pedro, me negó tres veces. A la tercera se acostó.

En ese momento no sé si lo que estaba haciendo era lo correcto o una tontería, si mi autoridad se vería minada luego de aquella representación teatral, pero lo que si sabía era que había que intentar una estrategia diferente, porque las reacciones de odio y de rencor de Cascarriabias´Kid no eran racionales, eran ciegas, viscerales. Enfrentarse con él en esos momentos es como chocar con un muro: un esfuerzo inútil e innecesario. Al día siguiente, para mi sorpresa, Cascarrabias´Kid estaba suave como un guante. Mi rostro reflejaba la misma severidad y disgusto que unos horas antes,  pero por lo menos ahora se podría hablar con él.

- Hoy- le advertí-estarás castigado. No le gustó, pero lo aceptó.

"Rara vez podemos ayudar a nadie, no sabemos qué parte de nosotros dar o si no debemos dar ninguna". Yo esa noche decidí que lo único que podía hacer por mi hijo era compedecerle, es decir, sufrir con él, pasar con él la travesía de su desierto, de su cólera, hasta que la luz de la razón regresará a su cabeza y aprenda a aceptarse como es, a valorarse y a quererse sin necesidad de espejos y reflejos que ocultan más que esclarecen. No sé si habrá alguna tienda donde tengan los repuestos que Cascarrabias´Kid necesita, pero mientras aparezcan, por lo menos intentaremos estar ahí, a su lado.

Hubo suerte de que estó sucedió un viernes y al día siguiente no había que madrugar. Si hubiera habido colegio al día siguiente, le hubiera bajado del autobús a empellones, le habría llevado a casa a rastras, hubiera subido las escaleras en volandas, le habría arrancado la ropa a tirones, lo habría puesto el pijama por la fuerza y nos hubiéramos ido los dos a la cama calentitos.


No hay comentarios: