jueves, 12 de marzo de 2009

El tiempo


La Reina de Saba, mi madre, padece Alheizmer. Somos cinco hermanos y nos turnamos entre todos para ocuparnos de ella una semana cada uno. La semana que me toca, me mudo a su casa a tiempo completo y estoy una semana prácticamente sin ver a Cascarrabia´s Kid y al Agente Naranja.

Es en el reencuentro posterior cuando los dos chavales descubren que el tiempo es elástico, que se alarga y encoje en función de nuestra paciencia, de nuestra ansiedad, de nuestro interés o de nuestra indiferencia.

Cuando nos vemos, una semana después, el tiempo literalmente les estalla en las manos y toman conciencia de que yo no he estado, de que he estado mucho tiempo afuera y que es tiempo ha sido una pérdida que hay que restituir de alguna manera.

La restitución es maravillosa y se traduce en verbo, que diría un evangelista. Sin pedírselo hablan, cuentan, relatan lo sucedido durante mi ausencia con el mismo rigor que Homero nos relata la Odisea, y es un placer escuchar esa salmodia atropellada de pueses y entonces y más tardes y tambienes, trufada de interjecciones y de vocablos propios de su jerga de patio de colegio, dicho se en el mejor sentido del término.

Recuerdo de chico, como si fuera hoy, la misma ocasión en que tomé conciencia del paso del tiempo, cuando ese transcurrir estaba tamizado por mis subjetividad y podía estirarse o encogerse a su libre albedrio y siempre siempre en contra de mis intereses.

Malditos domingos.

Lectura recomendada: William Faulkner, " El sonido y la furia", lo que la literatura puede hacer con él tiempo, o viceversa.

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