lunes, 12 de octubre de 2009

La risa




Me he aficionado a las novelas antiguas: Julio Verne, H.G. Wells, Lovecraft, Asimov, Bradbury, Arthur C.Clark. Son francamente entretenidas, y cómicas, muy cómicas. Todos esos visionarios que imaginaron un futuro tecnológico, cósmico y nómada se equivocaron de cabo a rabo. Los seres humanos hemos seguido evolucionando y nuestro cerebro ha sido capaz de desarrollar todas sus potencialidades. Los seres humanos hemos derrotado a la incertidumbre y hemos aniquilado las pasiones, comprendemos todo, lo sabemos todo, somos capaces de anticiparnos a todo y organizarlo todo. La vida se ha vuelto segura y terriblemente aburrida. El amor está planificado, el afecto no nos afecta y tampoco lo ejercitamos, no hay angustia, no hay miedo, no hay dudas, tampoco hay risa.

Los seres humanos de hoy en día ya no se ríen. No hay contradicción entre la realidad y nuestra percepción de esa realidad. Cualquier suceso está racionalizado, ningún suceso es capaz de hacer reir. En ningún caso.

La cosa es más sería de lo que parece. Si bien la risa humana fue fruto de la evolución del sistema límbico, a medida que el cerebro comprendía, poco a poco se iban atrofiando la amígdala y el hipocampo, los rostros se tornaban serios, los músculos flácidos de la boca nos cuelgan ya como los belfos de un dogo, el cerebro ya no segrega endomorfinas, no hemos conseguido desarrollar ninguna pastilla capaz de suplir los efectos de la risa, los cerebros se secan como la mojama, la gente se muere por falta de riego, toda la gente se muere, nos hemos estado extinguiendo poco a poco. Ya quedamos muy poquitos humanos. Qué ironía: la inteligencia nos está matando.

El que escribe estas líneas es un retrasado mental. Quiero decir que soy tonto, como tantas veces he tenido que escuchar, lo que quiero decir es que mi cerebro no funciona al mismo nivel que el de mis coétaneos. Es como si se hubiera quedado en un estadio precoz de la evolución. Vamos, que yo aún me puedo reir. Un caso de estudio dijeron. En fin, las burlas de la infancia se han tornado lanzas en la edad adulta. Trato de aprovechar cada día al máximo mis extraordinarias facultades, me regodeo en mi propia subnormalidad, me río, me carcajeo, desde que me levanto hasta que me acuesto, aunque reconozco que todo lo que está sucediendo no tiene ninguna gracia.

Por cierto, se me están agotando las reservas de chocolate. Hoy me tomaré la última onza.

No hay comentarios: