martes, 28 de mayo de 2013

Gratitud y Absurdos


Si corremos el riesgo de olvidarnos cómo era la Reina de Saba cuando sobre sus dominios no se ponía el sol, otras personas se encargan de recordárnoslo a menudo. Esta semana me pasó dos veces. Paseaba con ella por la calle y dos señoras, a las que no conocía de nada y huelga decir que ella ya tampoco, se abalanzaron sobre ella para abrazarla, besarla y transmitirle su recuerdo, su cariño y su gratitud. Una de las señoras no estaba al tanto de su deterioro cognitivo, la otra sí. Y fue precisamente la que si lo sabía la más afectuosa. Otro lenguaje no, pero el afecto es un lenguaje que la Reina de Saba reconoce y celebra sin problema. ( Hablando de lenguaje, me sorprende que a pesar del debastador deterioro de su mente, todavía puede leer sin problema, con soltura. Hasta hace poco también podía cantar y recordar canciones, ahora ya creo que no. Las melodias más persisitentes, las que suelen forjarse en nuestra infancia, parecen haberse ido también por el desagüe). La Reina de Saba se deja querer con los ojos iluminados de los niños condecorados y quienes la acompañamos agradecemos esos gestos que nos remiten al tiempo en que la Reina de Saba todavia era una persona, que tenía una vida social, que se relacionaba con sus conciudadanos y era valorada y apreciada por la comunidad. Nosotros también lo necesitamos, aunque nunca jamás lo hayamos olvidado

- Tu madre - me decia una -, era patatin o era patatán.

Luego estaba lo que me pasó en la oficina de correos.Fui con ella a recoger una carta certificada. La senté en una silla y me acerqué al mostrador con el recibo y su DNI. La funcionaria relleno sus papeles y me pidió que la levantara y la llevase al mostrador para firmar

- Mi madre - le adverti - no está para firmar nada.

La funcionaria erre que erre. Me sonsrió ( qué sabría yo de formalismo burocráticos) e insistió. Sin problema. En ese momento yo era el primero de la cola. Asi que fui a buscarla, la leventé de la silla, caminamos despaciiiiiito hasta el mostrador y la puse delante de la funcionaria que esgrimía un aparato electrónico y un papel donde mi madre debía firmar. Mi madre claro, le sonreía. La funcionaria le explicó no sé cuántas veces , lo que debía hacer. Yo callado.

- Firmar, Fulanita, firmar aquí, firmar, papel - le decía como si hablara con el indio Jerónimo - Una firma, aquí- y movía la muñeca en el aire, a modo de ejemplo.

Mi madre, clara, la sonreía también. Es tan afectuosa ella. Y yo, claro callao y pensando de qué tamaño tenía que ser la cola para que la funcionaria se enterara de que Fulanita, la reina de Saba, como le había informado, no estaba para firmar nada.

içLa funcionaria, pobre, se dio por vencida y decidió saltarse las normas. Permitió que yo firmara por ella todos los papeles. Era un clara infracción, como me dejó caer, pero si va el titutlar, le acompañana su hijo, que es una fotocopia con un poco más de memoria y lleva su carnet, que me explique dónde está el problema.

La carta que recogímos certificaba curiosamente que la incapacidad de la Reina de Saba es ya del 80% y que precisamente necesita de cuidadores para cualquier gestión de sus asuntos.

La gente de la cola lo pasó pero que yo.




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